viernes, diciembre 13, 2024

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LA SUERTE DE LA FEA…

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Los últimos sucesos acaecidos con Caño Cristales, uno de los paisajes más hermosos de nuestra tierra, al que propios y extraños han catalogado y con toda razón, como el río más lindo del mundo, es un ejemplo más de la incipiente política ambiental de nuestro país y del desinterés que en las altas esferas gubernamentales nacionales y locales se tiene por la naturaleza.

Hace escasos dos meses, el país se derramaba en lágrimas (¿de cocodrilo?), por la muerte de un “segundo oso de anteojos en el páramo de Pisba en el departamento de Boyacá”, la policía hacía ingentes esfuerzos para dar con el paradero de los asesinos, que de ser hallados y judicializados recibirían una pena de tres años de prisión (delito excarcelable), y el Ministro del medio ambiente Gabriel Vallejo, se desgarraba las vestiduras y con la voz quebrada hacía un llamado a la ciudadanía para que colaborara con el esclarecimiento del crimen.

Sin embargo y pese a lo compungido que se encontraba el país, el pasado 18 de marzo la Agencia Nacional de Licencias Ambientales (ANLA), otorgó a la petrolera Hupecol licencia de exploración en la Serranía de la Macarena, licencia que hasta el momento se encuentra suspendida, no cancelada, y cuya expedición causó escándalos sumos además desde el presidente Santos y el propio Vallejo, que particularmente solo se dieron cuenta del desastre ambiental (creo que más turístico) casi un mes después de otorgada la licencia y seguramente por el ruido hecho por algunos medios de comunicación y no porque les importara el asunto.

La suerte de la Serranía de la Macarena radica en tener un hermosísimo paisaje compuesto por “Caño Cristales”, suerte que no corren otros ecosistemas vitales para el ambiente colombiano.

La deforestación de la selva amazónica, la autorización que no hace mucho se le otorgó a una empresa canadiense para igualmente explotar madera chocoana, la posibilidad de usar el fracking para la explotación de hidrocarburos, el cambio de cauce de algunos ríos, sobre todo en el norte del país, la autorización inescrupulosa para la extracción minera de materiales como el oro, la construcción de un puerto marítimo en aguas del pacífico, donde paren las ballenas jorobadas, además de un infinito etcétera, ratifican la verdadera posición que el medio ambiente ocupa en el país.

El problema es real, no un escándalo desmedido de algunos académicos, en la Guajira, departamento donde se encuentra la mina de carbón a cielo abierto más grande del mundo, la gente se muere de sed merced a la desaparición de ríos por la explotación minera, el aumento de la temperatura en el país ha dejado de ser un vaticinio nefasto para convertirse en una realidad mortal, y el próximo invierno (con una posibilidad del 50% de que llegue con fenómeno de niña incluido), nos recordará de nuevo que estamos deforestando más de lo debido.

A ese presente bien oscuro del medio ambiente colombiano, se le adiciona un elemento, el actual vicepresidente de la república, Germán Vargas Lleras, uno de los más opcionados para llegar a la presidencia en el 2018, ha planteado que los parques naturales y las reservas de protección ambiental son un obstáculo para el desarrollo.

Pareciera entonces que la próxima contienda electoral se debatirá entre el desarrollo sostenible, lento pero seguro y el salvaje, condenado al fracaso a mediano plazo así en el inmediato sea el más rentable en términos económicos. Pero no, dentro de la realidad política de los colombianos ningún partido, movimiento o grupo significativo de ciudadanos, con verdaderas aspiraciones y oportunidades de poder, presenta propuestas serias para cuidar el medio ambiente, lo que inevitablemente implica que será el cemento y las monumentales obras de infraestructura las que triunfen…

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Adolfo Ospina
Licenciado en Educación Español y Literatura de U de A, apareció hace unos 4 años a este proyecto. Especialista en pedagogía de la lengua escrita de la Universidad Santo Tomás, Ambientalista y defensor de los derechos de los animales, peor que Vallejo.