Una mujer cruzaba la Avenida 80 a la altura de la Calle 77bb, sector Robledo a la altura de la Universidad Santo Tomás, el semáforo peatonal en el carril sur-norte se lo permitía. Una moto conducida por un hombre de unos 30 años hizo caso omiso al semáforo cuya luz le indicaba que debía detenerse y la atropelló.
La mujer quedó tendida sobre la cebra, esas líneas blancas que de manera paralela atraviesan las vías y que según la publicidad estatal garantizan la tranquilidad de los peatones al pasar de una acera a la opuesta. Con relativa prontitud llegó la ambulancia en que la mujer fue trasladada a un hospital de la ciudad.
El conductor de la moto transitaba el vehículo sin ningún tipo de documentación y la moto únicamente contaba con la matrícula de propiedad, situación bien común.
Seguramente la mujer cruzó con la tranquilidad que tanto la luz verde del semáforo peatonal como la cebra le generaban, sin embargo este tipo de señales de tránsito se han convertido en una trampa mortal, pocos conductores las respetan.
Las señales de tránsito, (incluidos los semáforos peatonales, ubicados normalmente en vías muy rápidas o muy congestionadas), no son más que un canto a la bandera para muchos conductores que desconociéndolas o ignorándolas, las omiten sin las más mínimas normas de seguridad, exponiéndose o exponiendo la vida del otro. Obviamente quienes más infringen los semáforos peatonales son los motociclistas, la otra parte de la trampa mortal en que se han convertido las vías de la ciudad para los peatones.
No es una columna contra los motociclistas, como seguramente algunos la querrán hacer ver, tampoco la invitación a una cacería indiscriminada contra ellos, pero que los motociclistas se han convertido en una especie de pandemia nadie lo podrá negar.
Utilizado como un índice de medición de pobreza, la cantidad de motos de cilindraje menor (hasta 249 cc), es directamente proporcional a los ingresos bajos de la población del país. Hay una multiplicidad de factores, (además de la pobreza) que han llevado a la irregular proliferación de este tipo de vehículos en el país y más en la ciudad.
El transporte público en Medellín que indiscutiblemente es el mejor del país, es costoso, muy costoso y demasiado congestionado. Oportunidad que han aprovechado las comercializadoras de motocicletas para venderlas a costos irrisorios: $2000 diarios, sin más control que una cédula de ciudadanía, no exigen permiso de conducción, habilidades para el manejo ni absolutamente nada.
Igual responsabilidad tienen las tiendas que ofrecen ventas a domicilios, que convierten las motos en volquetas al colocarles cajones enormes y poniéndoles tiempos ajustados que hacen que los conductores conviertan las calles en pistas de motociclismo.
La regulación estatal para este tipo de vehículos está tardando más de lo debido, pero habrá que hacerlo, pues la alta accidentalidad vial es demasiado peligrosa y costosa para el servicio de salud público, recordemos que las EPS’s no tienen responsabilidad en la atención de la accidentalidad.