¡Qué decir!, eran tan grandes la expectativas del país con esta selección de fútbol que ya muchos a pesar de haber tenido la experiencia de Estados Unidos, daban por sentado que ganándole al equipo de Inglaterra por lo menos Colombia sería subcampeona, (la timidez es falsa modestia).
Ese triunfalismo desmesurado de una nación que desesperadamente busca una tabla de salvación para generar unión en un pueblo que a gracia de su desdicha histórica se revuelca en el pantanero de no saber qué es, hoy volvió y nos arrojó al piso, como tantas veces ha sucedido, como tantas veces sucederá. Diría el gran don Chinche: nos faltaron “cinco centavitos”.
Llegamos a creer que el tropiezo con la encopetada Japón, siempre considerada como la débil del grupo, había sido “una mala salida”, “un mal momento de los jugadores” y no entendimos, que en este mundial, no había gran distancia entre unos equipos y otros.
Se oía decir, decíamos, que superada Inglaterra, bien fuera Suecia o Suiza eran derrotables y que luego… “porque nos tocó la parte menos dura del cuadro”.
Hoy volvemos con el rabo entre las patas, con un equipo compuesto por fulgurantes jugadores que deslumbran en los mejores equipos de las ligas más competitivas del mundo, pero que desafortunadamente no alcanzaron a superar un escollo llamado Inglaterra.
Y nos queda la tristeza y la experiencia, que parece nunca aprovechamos, porque como por esos azares del destino damos vueltas y vueltas en el mismo remolino, y cuando salimos volvemos a empezar. Colombia no tenía otra opción en este mundial que ser un animador de primer orden y habrá quien diga que lo fue, y habrá quien se consuele con aquello de que también fueron eliminados Argentina, Alemania, España o Portugal, pero igual todos ellos han fracasado como nosotros, como nuestra selección.