No he conocido mujer con mayor entereza que ella. Nunca alguna dificultad la tumbó, siempre le hizo frente a todas y de todas salió avante. Se ocupaba de lo que tuviera solución por lo que no, simplemente aceptación.
Ante todo solidaria, para ella siempre primero los demás, literalmente se sacaba el pan de la boca para dárselo al otro. De carácter fuerte intentó actuar siempre con justicia y nunca, nunca se dejó pisotear de nadie, ni siquiera de su esposo, del que se separó sin el más mínimo temor a la soledad, que a la postre fue su verdugo.
Fue docente, participó de la conquista del mayor logro del gremio: el Estatuto Docente 2277, con gracia narraba su participación en esa lucha, en las largas huelgas de hambre que eran superadas porque por detrás de las carpas donde pernoctaban, llegaban las madres de ellas con comida, huelgas de hambre en el día grandes viandas de noche.
Eso fue lo que me regaló mi madre, apenas corría yo con siete años cuando porque sí, precisamente en un día de amor y amistad, destapé un LP (hoy acetato), de música social, me lo regaló porque según ella “si se calla el cantor, calla la vida”, era una bella interpretación de Mercedes Sosa y Horacio Guaraní. En el mismo trabajo discográfico un corte interpretado por Les Luthiers invitaba a desconfiar del “ciclo natural”, por ello quizás logré pasar invicto en mi paternidad.
Sin ningún temor a equivocarme, me atrevo a decir que fue una rebelde para su época, cogió la vida por su cuenta, fue goda en un municipio manzanillo, se casó a los 40 cuando ya la había dejado el tren y se separó a sus 50 cuando había sido criada con los principios del aguante, la resignación y el sufrimiento.
Cantaba como los dioses y no es una apreciación de hijo, todos los que la oyeron lo ratificaban, Álvaro Naranjo, músico reconocido por su participación en el grupo Sur América, se extasiaba interpretando la guitarra para que ella interpretara su disco favorito, “lloraste ayer”, a quien Álvaro le había introducido notas de samba logrando una versión hermosísima. Corría la mitad de la época de los 90 cuando en el bar la Reja, se presentaron, aunque tímida se veía grande en el escenario del pequeño recinto.
Tenía gran sentido del humor, incluso en sus últimos días, cuando ya el tiempo y la enfermedad hacían de las suyas en su ser, despachaba sus dolores con una sonrisa enmarcada en la ausencia de un diente que contrariamente a lo que uno esperaría aumentaba su gracia, hasta el alzheimer fue motivo de su risa: -Me caí del techo, nos dijo un día. -Madre por Dios, y como te subiste por allá. –Silencio- y largó la carcajada con el destello negro de la ausencia del diente, -verdad no, nos dijo.
El 8 de septiembre decidió partir, envidio a los que esperan encontrarse con ella en otra vida, para mí, esto ya se acabó, no queda más que desearle buen viento y buena mar y darle un eterno agradecimiento por haberme dado el privilegio de ser su hijo.
P.D. Agradecimiento infinito a las personas que pudieron estar con nosotros en estos momentos y disculpas a quienes no les avisamos.