lunes, marzo 18, 2024

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MUERTO ALIVIADO

Una muchacha holística de esas que andan en quimbas desgastadas, metidas en un viejo pantalón Aladino de “las mil y una noches”, que sólo comen quinua y chía, que para permanecer en equilibrio no ven ni escuchan noticias, y que, además, dan la impresión que le sacan más provecho a la fotosíntesis que a una papa criolla, me dijo que el encierro es la oportunidad para estar con nosotros mismos, para sentirnos y reconocer nuestro cuerpo, nuestra alma, nuestra mente, siente, siente, relájate, todo es perfecto, no te preocupes por nada, decía…

Pensé, uy, que vieja tan avanzada y uno tan primario, hasta razón tendrá. A los dos meses de confinamiento le puse un whatsapp: – ¿cómo vas?, ¡felizzzzz!, me contestó la Hp…

Agradezco a los organizadores de tan magno evento, dos meses y medio de mi vida en aislamiento obligatorio en contra de mi voluntad que serán reseñados por la historia en un par de siglos por cualquier profesor virtual de bachillerato. Los millenials, los centenials, esos fueron los de la pandemia…

Hace cuatro días decidí no volverme a bañar, quiero oler feo. Si el confinamiento no termina como sugirió el señor Duque, lo más probable es que decida asesinar unos dos o tres.

Los pensamientos de mi cabeza pasaron de reconocer mi cuerpo, mi alma y mi mente, al tedioso aburrimiento y monótono hecho de hacer lo mismo, con los mismos, más la impotencia de evidenciar que el “Establecimiento” subsidia a los mismos, mientras la mayoría que hacemos parte, también de los mismos, llevamos del arrume.

Llevo, creo, unos setenta días en encierro obligatorio porque desde mucho antes de que Duque decretara la cuarentena me tenían en aislamiento por aquello de tener la fortuna de ser enfermo crónico, hecho que me tipificaba como “personaje” en riesgo.

De “algo” tenemos que morir, vivir mata, envejece, saca arrugas, canas y desgasta el cuerpo, estuche del que vengo reflexionando desde que empezó la pandemia por recomendación de una amiga.

Dónde quedó el significado de lo que es ser ciudadano, sujeto, individuo, cuál es el verdadero sentido de lo qué es la autonomía cuando, de buenas, a primeras, Duque, Gaviria y Quintero, me quieren convertir en la calavera más saludable del cementerio: “Aquí yace un muerto muy aliviado que perdió la vida por inanición”.

Soy el ejemplo que un buen ciudadano no puede seguir: iconoclasta, temerario, altanero, recalcitrante, maleducado, irreverente, malhablado, egocéntrico, hablantinoso, burletero, testarudo, malgeniado, vulgar, perezoso, dormilón, desaseado, pervertido y mucho más, eso sí, nunca mentiroso, me enseñó a no ser mi octogenaria madre, a quien no le ha hecho mella la pandemia y el encierro porque no se acuerda…

El inicio del encierro fue bastante divertido, pensé que serían unos 20 días de vacaciones, semana santa y mitad de año, llenos de descanso, júbilo, Netflix, buen comer, siestas, sexo, tv y buenas lecturas, pero no, ha sido todo lo contrario, lo peor, al punto que tengo que escribir en silencio: ¡sáquenme de aquí!…

Hago parte de la reciente tipificada Familia Recompuesta Colombiana, los tuyos, los míos, sin los nuestros, más Chilli y Don Heri, dos gatos abandonados en La Minorista, que me “vendieron” con la idea de ser un par de hermanitos muy finos, ni lo uno ni lo otro, dos bacanes que lo mínimo que han hecho es comerse el cargador del celular y el conector del computador…

Entre las reflexiones para reconocer mi mente, repito, recomendación de esa chica repelente a la lactosa, dependiente de la leche de almendras, sobresalen tres cosas, tres negocios que tengo, uno de culos, otro que medio anda y el último mera expectativa.

Las cuentas por pagar son las mismas, hay que pagar, tengo que pagar, el gran peso de la economía lo cargaremos la clase media porque a los pobres todo se les subsidia y los ricos, como los Bancos, no tienen ningún contagio, están más vivos que nunca por lo que saben esperar para cobrar lo que es suyo. Los ricos no pierden nada, ni las hijas de los “agregados”…

De lunes a viernes con dos adolescentes y dos adultos en casa, la cosa va, marcha, levantada a las 6:30 am, por asuntos de colegio, yo a las 8:00 de la mañana, madrugar mata.

Agarro las bolsitas y la pala para cernir la arena y separarla de la caca de nuestros “muchachos” inferiores que hacen fiesta con un cholito viejo para sujetar el cabello.

Los chicos, no tan inferiores así lo parezcan, de 13 y 15 años, lavan los platos, mientras “La Última” con quien decidí convivir, hace el resto, gerencia la casa, la cocina, la empresa, es multipropósito, compañera, madre, ama de casa, profesional y… también.

Todo es un simulacro, parece funcionar hasta las 11:00 de la noche aproximadamente cuando caen fundidos de hacer de todo y de nada. En casa pareciera que los días fueran siempre domingo con tareítas por hacer, por lo que los viernes y los sábados se espera hacer algo distinto, pero no, son otros dos domingos…

He refugiado el tedio en entrevistas por ZOOM, aunque me he divertido acepto que el tema es el mismo, aburre el ejercicio, coronavirus, covid19, economía, esa es la agenda, el resto de los temas, por más esfuerzo que se haga, están destinados a permanecer en la indiferencia, hasta que encuentren la vacuna, cuándo será…

No volví a leer, escasamente escucho música, me fastidia que me hablen, ya casi no reconozco ni mi cuerpo, ni mi alma, ni mi mente, estoy que mato unos dos o tres. Decidí desentenderme de la realidad, no hacer más fuerza, que se caiga lo que esté flojo, cada uno verá, cada burro verá en que palo se rasca. Desde hace un par de días no hago sino asesinar uno, dos y tres, hasta más…

Descargué en mi computadora CALL OF DUTY, el mejor juego belicoso que hayan inventado en línea que comparto con personas de todo el mundo. Vuelo helicópteros, salto en paracaídas, consigo armas y con un fusil de asalto con mira telescópica protejo “amigos” de los “enemigos”. ¿Y saben qué es lo más interesante?, le meto horas y horas sin tener que hablar con nadie…

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Ruben Benjumea
Soy periodista por vicio y bloguero por pasión y necesidad. Estamos fortaleciendo otra forma de hacer periodismo independiente, sin mucha censura, con miedo a las balas perdidas, pero sin cobardía.