lunes, junio 23, 2025

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ZULETA Y LA PAZ CON CRIMINALES

La senadora Isabel Zuleta representa el ala más radical del petrismo: un sector que romantiza a los victimarios y demoniza las instituciones tradicionales, además que justifica lo injustificable en nombre de un supuesto cambio.

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La senadora del Pacto Histórico, Isabel Zuleta, se convirtió en el centro de la polémica nacional por su protagonismo en “La Mesa por la Paz” integrada por cabecillas de bandas delincuenciales del Valle de Aburrá.

En el reciente evento de Petro en La Alpujarra, varios de estos jefes criminales estuvieron presentes, recibiendo no sólo un lugar en la tarima sino también un gesto tácito de legitimidad política.

La presencia de estos personajes, con prontuarios conocidos y pendientes, no sólo escandalizó a los ciudadanos de Medellín, sino que planteó preguntas sobre los límites éticos del gobierno al momento de negociar La Paz Urbana.

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Zuleta, quien ha sido señalada por sus posturas ideológicas extremas, apuesta por una estrategia en la que el Estado cede simbólicamente ante estructuras criminales con la esperanza de que estas depongan sus armas en el territorio.

Sin embargo, lo que muchos interpretan como una vía hacia la reconciliación, otros la ven como una peligrosa concesión que erosiona la confianza en las instituciones judiciales.

¿Qué mensaje se envía al ciudadano cuando sus victimarios son recibidos como socios del cambio?

La senadora ha defendido esta estrategia con un tono mesiánico, casi dogmático, como si se tratara de un deber moral ineludible.

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Para Zuleta, la reelección de Petro es parte del mismo mandato sagrado. Su esquizofrenia la hace soñar con extender el mandato presidencial con la convicción de que este proyecto, que mezcla populismo, impunidad y romanticismo guerrillero, es la única vía hacia un país distinto.

Pero el país no necesita redentores: necesita instituciones fuertes, justicia imparcial y una paz que no se logre a costa del orden constitucional.

Líderes sociales, analistas y víctimas del conflicto urbano han expresado su indignación por lo que consideran una claudicación frente a estructuras armadas.

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Medellín, una ciudad que bien o mal, ha trabajado por dejar atrás su pasado violento, ve con temor cómo se abren las puertas del poder a quienes durante años sembraron terror.

La crítica no es al diálogo como principio, sino a la forma sumisa en que se ha planteado, sin condiciones claras, sin verdad, sin reparación y sin justicia.

Isabel Zuleta representa el ala más radical del petrismo: un sector que romantiza a los victimarios y demoniza las instituciones tradicionales, además que justifica lo injustificable en nombre de un supuesto cambio.

El riesgo es que, en su cruzada por una paz sin ley, termine fortaleciendo a quienes jamás han querido dejar de delinquir, y, que, en su afán de ver a Petro reelegido, esté dispuesta a dinamitar los pocos consensos democráticos que aún sostienen la frágil institucionalidad del país.

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Ruben Benjumea
Soy periodista por vicio y bloguero por pasión y necesidad. Estamos fortaleciendo otra forma de hacer periodismo independiente, sin mucha censura, con miedo a las balas perdidas, pero sin cobardía.