En la aritmética de Petro pesan varias variables: Quintero podría ofrecer impacto en Antioquia, donde el presidente busca recomponer su imagen desplomada. Bolívar garantiza lealtad, pero arrastra el desgaste de los subsidios cuestionados del DPS.
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Un runrún que crece en los pasillos de la Casa de Nari mueve el ajedrez presidencial, Petro ya no ve a su antiguo director de Prosperidad Social, Gustavo Bolívar, como su carta más sólida del Pacto Histórico para las elecciones del 2026.
Bolívar, el también guionista y exsenador, que dejó el cargo bajo la promesa de “recorrer el país” en modo precampaña, se enfrenta ahora al veto silencioso del propio Petro, preocupado, según asesores consultados, por la falta de perrenque que convierte a Bolívar en un aspirante débil.
Desde la capital del país revelaron que el pasado sábado, durante el vuelo Bogotá-Medellín previo al polémico acto en La Alpujarra, Petro dedicó más de media hora a una charla privada con el renunciado “Tembleque”.
El también conocido como “Pinturita”, quien coquetea con una candidatura desde su abrupta salida del despacho municipal de Medellín, habría salido del avión con el guiñito más claro que ha recibido hasta ahora.
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Lo cierto es que la jugada podría reconfigurar la consulta interna que el Pacto Histórico haría en octubre de 2025 para elegir candidato único a la presidencia.
En el radar partidista se mantienen hasta el momento, Gustavo Bolívar, la senadora María José Pizarro, la exministra Carolina Corcho, el propio Daniel Quintero y una casilla por definir entre la veterana Gloria Flórez o la ambientalista Susana Muhammad, ambas de Colombia Humana.
El petrismo teme una contienda que fracture su base electoral construida a punta de un relato que cada día divide más al país entre ricos y pobres, por eso en Palacio sopesa seriamente un dedazo, o al menos un “consenso dirigido”, que encarrile la coalición antes de octubre.
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En la aritmética de Petro pesan varias variables: Quintero podría ofrecer un poquito de impacto en Antioquia, donde el presidente busca recomponer su imagen desplomada. Gustavo Bolívar garantiza lealtad ideológica, pero arrastra el desgaste de los subsidios cuestionados y de la estela mediática que dejó su paso fugaz por el DPS.
Pizarro suma mística de izquierda histórica, Corcho representa la bandera de la fracasada y podrida Reforma a la Salud, mientras Muhammad que no existe electoralmente podría blindar el frente ambiental.
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Por otro lado, también desde Bogotá, círculos cercanos a la periodista Vicky Dávila dieron a entender contactos con el exgobernador Sergio Fajardo para explorar una consulta interpartidista en marzo de 2026. La alianza buscaría capitalizar el voto moderado que se siente huérfano entre un petrismo dominante y una derecha aún desdibujada.
Voceros de ambos niegan “acuerdos cerrados”, pero admiten que las conversaciones existen y ya incluyen sondeos sobre quién encabezaría la fórmula presidencial y quién asumiría la vicepresidencia.
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Ahora bien, otro nombre que no quiere quedarse sin silla cuando pare la música es el de la exalcaldesa Claudia López. Desde la capital aseguran que, López ha tocado simultáneamente las puertas del petrismo, donde no la pueden ver por torcida, y, del santismo, en la figura de expresidente Juan Manuel Santos con el objeto de encontrar cobijo y maquinaria.
La ecuación, no obstante, luce compleja, el petrismo desconfía de su carácter intempestivo de Claudia, mientras el santismo, de su distanciamiento reciente del gobierno.
Con estos movimientos de fondo, la antesala de 2026 se perfila como una danza frenética de egos, pactos y vetos donde el guiño presidencial vale oro y cada silencio, cuesta una candidatura.
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