Una película que revolverá las tripas de muchos porque no se oculta detrás de grandes artificios ni discursos vacíos. Es una obra que incomoda, que expone, y, que, con toda seguridad, quedará en la memoria como uno de los retratos más fieles y crueles de la mayoría de los artistas colombianos en el Siglo XXI.
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La película -Un Poeta-, dirigida por Simón Mesa Soto, filmada en Medellín, es un golpe certero a las vísceras del espectador.
Hace muchos años que el cine colombiano no entregaba una obra tan honesta y descarnada, protagonizada por actores naturales que aportan una crudeza particular al relato.
No es un drama de artificio, es una historia cotidiana que se convierte en espejo de esa tragedia humana que solemos esconder detrás de la máscara del teatro y la cultura.
En el centro de la historia está Óscar, un poeta entrado en años que vive con su madre en una relación que demuestra la ternura y reproche. Ella lo ve como un fracasado absoluto, pero al mismo tiempo lo protege como si fuera un niño débil al que hay que sostener.
Es la madre proyectora, la que descalifica a sus amigos porque “los malos son ellos”, la que lo alimenta y luego le aconseja descansar después de un plato de comida.
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El alcohol es otro de los personajes de la película. Cada guayabo de Óscar es una “cruda moral”, la resaca no sólo le deja la boca amarga, sino también el alma en carne viva.
El licor lo hace enlagunarse, desvariar, hablar más de la cuenta y hasta protagonizar escenas patéticas en las que llega a mostrar un lunar en el culo a las jóvenes estudiantes de poesía.
La película de Mesa Soto nos arroja al ridículo del creador, del Poeta, que busca atención en los lugares más bajos, cuando su obra ya no le alcanza ni para sostenerse.
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La relación del Poeta con el dinero es aún más dolorosa. Fracasado y sin un peso en el bolsillo, se desvive por apoyar a su hija para que logre entrar a la universidad privada si no pasa a la pública. (Bueno, aunque con Petro, el presidente del amor todo se puede).
El Poeta tiene las mejores intenciones, pero al mismo tiempo no tiene reparo en pedir prestados $10 mil pesos a su propia hija para sobrevivir.
Esa contradicción entre el padre que sueña con ofrecer un futuro mejor y el hombre que no tiene dónde caer muerto refleja con crudeza la fragilidad de muchos de los integrantes de la social-bacanería de la cultura en Colombia.
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En -Un Poeta- se desnuda la doble moral de algunos mercaderes de la cultura. Los colegas de Óscar, que también viven de la improvisación y del rebusque a través de ong’s y entidades internacionales, aparecen como oportunistas para pescar en río revuelto con el propósito de mantener vivo un arte sin oxígeno.
La película no se limita solamente a criticar a su protagonista, sino que también desmonta todo un ecosistema de mediocridad, egos inflados y vidas improvisadas que sostienen un entramado cultural frágil y muchas veces hipócrita.
Óscar es un profesor fracasado que nunca logró el apoyo de sus colegas ni la admiración de su hija. Sus alumnos lo toleran más como un personaje pintoresco que como un maestro admirable.
-Un Poeta- no es sólo la historia de un individuo, sino una radiografía brutal sobre el fracaso artístico y la obstinación de los que siguen escribiendo, creando, contra toda lógica a través del escenario de la tragicomedia de la vida cultural en Colombia.
Una película que revolverá las tripas de muchos porque no se oculta detrás de grandes artificios ni discursos vacíos. Es una obra que incomoda, que expone, y, que, con toda seguridad, quedará en la memoria como uno de los retratos más fieles y crueles de la mayoría de los artistas colombianos en el Siglo XXI.
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