viernes, marzo 29, 2024

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FERNANDO VALLEJO REGRESÓ A COLOMBIA

Por María Jimena Duzán

Vallejo recibió a la periodista María Jimena Duzán durante una visita a Bogotá. En entrevista con María Jimena Duzán, afirma que vuelve porque es «extravagante y masoquista» y le «hacen mucha falta sus muchachos».

Hace un año, Fernando Vallejo se nacionalizó en México y dejó muy en claro que no quería volver a Colombia. Por eso me sorprendí cuando supe que estaba en Bogotá y que se iba a quedar unos días, -que se convirtieron en varias semanas-, mientras se le practicaba un trasplante de córnea.

Supe que tuvo tiempo para recorrer las calles de la ciudad y para sentir expresiones de admiración que no esperaba. Logré contactarlo a través de una amiga común y con esa amabilidad angelical que se le siente a flor de piel, -tan opuesta a la visceralidad de su pluma-, aceptó esta entrevista, días antes de su regreso a México con una nueva córnea…colombiana para más veras.

Me sorprendió saber que usted andaba por estos lares. Después del tierrero que armó cuando anunció que renunciaba a ser colombiano, nadie esperaba ver a Fernando Vallejo caminando por las calles de Bogotá. ¿Por qué volvió al país?

Porque me hacen mucha falta sus muchachos. Por amor. Pero también por extravagante y masoquista. Después de haber estado 20 días en Bogotá, voy a reiniciar mis trámites para volverme otra vez colombiano.

¿Cómo así? Acaso no habíamos quedado en que usted no quería volver a saber de este país asesino, de esta «mala patria que le cupo en suerte?»…

El hecho de que vuelva no borra los crímenes colectivos: ni los cometidos contra el hombre ni contra los animales. Por lo demás, mi patria es más grande que Colombia. No me siento extranjero en México, ni en Argentina, ni en Venezuela, ni en Costa Rica, ni en Uruguay. Mi patria es muy grande, mi patria es mi idioma.

Tengo la impresión de que usted seguirá siendo un escritor colombiano, así tenga nacionalidad sueca. Ya lo dijo en su momento William Ospina: «su condición de colombiano está demasiado impregnada en su carne y sangre».

Conservo la memoria que a los demás se les borró. Los colombianos son muy olvidadizos y muy dados a no recordar sus infamias. Yo sí, porque soy muy extravagante.

Yo debo confesar que a mí me gustó la polvareda que usted armó con la renuncia a la nacionalidad colombiana, porque puso en evidencia un falso patriotismo…

Lo que pasa es que aquí los periodistas de la radio que son tan viles como los políticos, armaron un escandalito patriotero por falta de noticias y se dieron durante tres días a azuzar contra mí a la chusma patriotera. Me cuentan que el segundo día del escándalo los colombianos del exterior empezaron a llamar a La W a insultarme. ¿Por qué llamaban de fuera? ¿Qué están haciendo tan lejos del paraíso? Si este es el país más feliz de la tierra, ¿por qué están viviendo afuera? Hay unos tres millones de colombianos que viven en el exterior. Téngalo por seguro, que de esos expatriados, hay decenas de miles de colombianos que ya se han nacionalizado en los países donde viven. Y por razones convenencieras. No por un acto de indignación como es el caso mío. Pregunto una cosa: ¿qué hacía Ingrid Betancur metida en el Caguán compitiendo por la Presidencia y no con Chirac por la de Francia, puesto que es francesa? ¿Eso no le causa indignación a la chusma patriotera? Ahora Sarkozy viene a liberarla. ¡A ver si no te capan los de las Farc o te encadenan a un árbol con tu paisana para que veas lo que es bueno. ¡Demagogo!

¿Por qué ser tan duro con alguien que está precisamente privada de su libertad prisionera de las Farc pudriéndose en la selva?

Dura es la impudicia de esta clase política a la que ella pertenece. La que nos ha hecho ir a tres millones contra nuestra voluntad al extranjero. Duros son los tres millones de desplazados. Duros son los millones y los millones de desempleados y el millón de colombianos asesinados desde que nos independizamos de España.

¿Todavía piensa que si se queda en Colombia lo matan?

No tiene importancia el asunto. Yo soy uno más entre 46 millones. Me da igual si lo hacen.

No se lo creo.

Me da igual seguir viviendo que morirme.

Por la carga de energía que se le siente a sus palabras y a su literatura, diría que es un muerto muy vivo, como los que describe en ‘Mi hermano el alcalde’.

El límite entre la vida y la muerte no es más que un segundo. Al final de cuentas todos terminarán pasándose de mi lado. Dejando de comerse los animales y dejando de reproducirse.

¿Por qué dice que los periodistas radiales son tan viles como los políticos?

Por la experiencia que tuve en los últimos años con esas aves de rapiña, con estos gallinazos que viven de cacarear la desgracia ajena. Ahora creo que la prensa colombiana en su conjunto es tan vil como los políticos. Mire usted las dos grandes cadenas y se va a dar cuenta de la vileza de estos gallinazos o chulos que viven cacareando la desgracia ajena. Así que en adelante sumo a estos de La W, de Caracol y de RCN a mis enemigos. ¡Sigan empuercando a Colombia y los micrófonos!

A lo largo de su obra literaria es evidente la bronca que usted le tiene a la clase política colombiana. ¿No hay nadie en el horizonte que le parezca interesante, que lo seduzca?

La clase política colombiana, en contubernio con la Iglesia, ha manejado desde nuestra separación de España el destino de Colombia. Si Colombia es un gran desastre, la culpa es de ellos. Y esa clase política que antes era conservadora y liberal, fue la que produjo los ‘paras’, las guerrillas, el narcotráfico y la que acabó con la posibilidad de todo trabajo honrado en Colombia. La que orilló a mi tierra, Antioquia, al narcotráfico después de haber quebrado su industria. Esa clase política antes era mezquina, pero era culta y honesta.

¿A quienes se refiere?

A Laureano Gómez, Alberto Lleras, Carlos Lleras. Los dos López fueron dañinos, aunque no tanto como César Gaviria, ni como Andrés Pastrana y Uribe. Esta clase política se supera en ignominia.

Gaviria, sin haber construido una sola carretera ni tapado un solo hueco, abrió las importaciones, lleno al país de carros extranjeros y nos embotelló el destino. Las horas que hemos perdido embotellados los colombianos por culpa de este manzanillo llenan buena parte de la eternidad. El mismo que nos cambió la hora como si por llamar a las seis de la mañana las cinco amaneciera más temprano. El mismo que permitió que Pablo Escobar construyera su búnker de La Catedral para que desde allí siguiera asesinando con la protección del Estado y le metiera preso a su Viceministro de Justicia. Y el locutor de Andrés Pastrana, el hijo de su papá que ganó la presidencia abrazando al primer delincuente colombiano que es ‘Tirofijo’. Ese abrazo lo pone a la altura de ese hampón.

El presidente Álvaro Uribe tampoco es santo de su devoción.

Es el prototipo del político colombiano. Un hombre que tiene siempre el nombre de Dios en la boca. Lleva seis años presidiendo nuestro desastre, durante los cuales las Farc siguen arreando por todo el territorio nacional a sus cientos de secuestrados, como ganado, burlándose de él y de paso de nosotros.

Le oí decir en una entrevista a Patricia Janiot para CNN que el Espíritu Santo lo había librado dos veces de las Farc. Y entonces, ¿por qué anda protegido a donde va por la guardia presidencial? ¿No le basta la protección del paráclito? Con la sola protección del Espíritu Santo soy capaz de meterme a fumar bazuco en BarrioTriste en Medellín a las doce de la noche. ¡Que salga solo como salgo yo por las calles a torear hampones! Uribe da la medida del derrumbe de Colombia. La medida es su almita.

¿No hay ningún político que le parezca honorable?

Eso sería un oxímoron, como sol oscuro, una contradicción en los términos. No puede haber un político honorable. Político es sinónimo de bellaco. A la mezquindad de los políticos colombianos se ha venido sumando la rapacidad y la ignorancia. Ahora acaba de surgir una nueva plaguita: los ediles. Éramos quince y parió mi abuela. Otros más que vienen a sumárseles a los concejales, diputados, representantes, senadores, ministros, gobernadores, alcaldes… Más mamones de la teta pública, más zánganos que sostener.

¿Es consciente de que en Colombia hay quienes lo quieren y quienes lo odian. ¿Qué les dice a quienes piensan que usted es un h.p.?

A mí los insultos me producen un placer casi sexual.

Qué opina del último escándalo de la Iglesia en Cali en el que un padre denunció que en la parroquia de Cali se les pagaba a los jovencitos sus favores sexuales con las limosnas…

A los niños hay que educarlos en la caridad sexual para que cuando envejezcan también ellos tengan sus postrecitos… hoy por mí, mañana por ti. Nadie por lo demás en esta sociedad carnívora y asesina de Colombia tiene derecho a tirar la primera piedra. ¡O qué! ¿Van a volver a montar la Inquisición y la persecución de herejes y de brujas? ¿No hay políticos honorables y, en cambio, a los curitas pederastas hay que dejarlos tranquilos?

Que quede claro que yo no soy pederasta. Y que no estoy de acuerdo con que un mayor tenga relaciones sexuales con niños. Entendiendo por niños, los muchachos hasta de 12, 13, 14 años. Lo que pasa es que me indignan las cacerías de brujas.

Volviendo a la Iglesia. Su último libro, ‘La puta de Babilonia’, es un memorial de agravios contra la Iglesia y su pérfida influencia…

Pérfida es un calificativo que no se me había ocurrido para esta plaga que ha torturado mientras ha tenido el poder temporal y que sigue haciendo el mal, azuzando a la paridera. Después de 700 años de cometer los más indecibles horrores, ahí siguen los dominicos sueltos por las calles: los esbirros de la secta de Domingo de Guzmán o Inquisición o Santo Oficio o Congregación para la Doctrina de la Fe que es como hoy la llaman y que presidía Ratzinger justamente antes de montarse al trono.

En sólo 26 años y medio de pontificado de Wojtyla, alias Juan Pablo II, la población mundial se aumentó en 2.200 millones, que era la misma cantidad de gente que había en la tierra en 1930. En ese lapso tan corto, se produjo tanta gente como en el resto de toda la historia. En esos años Colombia pasó de 24 a 46 millones. ¿Pero lo podrá comprender Uribe? ¿Le dará para tanto su testa?

Usted acusa a la Iglesia de haberse inventado a Cristo. ¿Por qué cree que Cristo nunca existió?

¿Cristo? Cuál de todos, porque hay muchos. En el solo Nuevo Testamento hay tres: uno es el de los evangelios sinópticos (o sea el de Mateo, Lucas y Marcos); otro muy distinto, es el del evangelio de Juan; y el tercero es el de las 14 epístolas de Pablo. Por si fuera poco, además de estos tres, está el Cristo los de ebionistas, otro de los elkesaítas, otro de los ofitas, otro de los nazarenos, otro de los judaizantes, otro de los adopcionistas, otro de los docetistas, otro de los gnósticos, otro de los simonianos, otro de los harpocarcianos, otro de los valentinianos, otro de Basílides, otro de Cerinto, otro de Carpócrates, otro de Marción… ¿De cuál de estos cristos estamos hablando?

Según usted, ¿ninguno de estos cristos existió?

Ninguno. Jesús es un personaje histórico, por lo tanto postular su existencia es algo muy distinto a postular la existencia de Dios. Uno puede aceptar que Dios existe por la fe, que es como lo aceptan los protestantes, los cristianos de la Iglesia ortodoxa y los musulmanes. O por la fe y la razón, como lo aceptan los católicos. Pero uno no puede aceptar la existencia de un personaje histórico por la fe, sino por pruebas de la Historia. Si el cristianismo plantea la existencia de Cristo, le toca probarlo. Y no tiene forma de hacerlo. Que Cristo existió no es algo que pueda probar. No hay forma. Solo fechas y nombres y textos inciertos.

¿Que opina del éxito que ha tenido ‘La puta de Babilonia’ en Colombia?

La palabra éxito no tiene que ver conmigo. Éxito tiene un político que llega a la presidencia de un país. Un actor que tiene ‘rating’ enorme o un cantante juvenil de los que berrean hoy en día como terneros destetados en un micrófono. El éxito es para los granujas. Yo escribo por varias razones: por desocupación, por desesperación, por ganas de joder y por olvidar.

¿Cree en Dios?

Le contesto lo que le contestó el astrónomo Laplace a Napoleón cuando este le hizo la misma pregunta: «señoría: yo no necesito de esa hipótesis».

¿La única pelea que le interesa es en defensa de los animales?

Me ofende profundamente que el alcalde Garzón hubiera matado decenas de perros en pocos meses para salir por el camino fácil del problema. Lo mismo Mockus, que permitió que su secretaria de Salud, Beatriz Londoño, electrocutara a varios centenares de perros en Engativá en el amanecer helado de la sabana, bañándolos con agua fría para tirarles luego encima varillas de hierro electrizadas.

El que exista un restaurante en las afueras de Bogotá que se llame Andrés, Carne de Res, al que llevan como a gran cosa a los turistas en este país desventurado, me revuelve el alma. ¡Hay que acabar con la ganadería, con los mataderos y con los restaurantes carnívoros de Colombia! Hay que hacerles ver a nuestros paisanos que todos los mamíferos, los que tienen un sistema nervioso complejo, que les permite sentir como nosotros, son nuestro prójimo. Es el segundo mandamiento de mi religión, que solo tiene dos, siendo el primero: No te reproducirás porque no tienes derecho a hacerlo; imponer la vida es el crimen máximo.

Usted también se ha convertido en un defensor de la lengua española. ¿La ve amenazada?

Hoy la lengua española es un adefesio. Un inmenso desastre anglizado. Este idioma perdió su expresividad, su gracia, su riqueza y hoy sólo queda pudriéndose, el cadáver de lo que fue. En cuanto a los escritores, ni siquiera se han dado cuenta de que cada idioma son dos: uno escrito y otro hablado. Uno muy vasto que es el de la literatura; y otro, pobre y limitado, que es de la lengua coloquial.

¿Quiénes serían la excepción?

Hay escritores como Azorín que sí sabían del oficio. Para no alejarnos del presente, un escritor como Fernando del Paso y entre nosotros William Ospina, cuyo libro ‘Ursúa’, está escrito en el más rico idioma literario. Los demás no saben escribir. Tienen un lenguaje paupérrimo respecto al vocabulario y paupérrimo respecto a la sintaxis. Y lo que es peor: no tienen nada que contar. Son alfeñiques que quieren levantar pesas.

¿Pierdo el tiempo si le pregunto qué le gusta?

(Ríe). Me gusta la música, me gusta Mozart, Debussy, Maller, José Alfredo Jiménez, Chavela Vargas, los tangos, los boleros… Me gusta y me hace inmensamente feliz ver que un perro vaya con su dueño alegremente por las calles y me hace inmensamente infeliz ver un perro abandonado.

Por último, ¿qué opina de Hugo Chávez, el presidente venezolano, ahora mediador del conflicto?

Está muy alzado. Hay que darle una buena paliza en las nalgas.
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Ruben Benjumea
Soy periodista por vicio y bloguero por pasión y necesidad. Estamos fortaleciendo otra forma de hacer periodismo independiente, sin mucha censura, con miedo a las balas perdidas, pero sin cobardía.