
Desafortunadamente para ellos apareció en el año 93 el senador, Álvaro Uribe Vélez con su Ley 100, que pretendía ampliar la cobertura de los servicios en salud, especialmente para los más pobres. De buenas intenciones estuvo redactada la Ley, pero la realidad demuestra la imperfección del sistema en salud que padecemos los “compatriotas”.
Con el inicio de las campañas políticas al Congreso de la República, los candidatos andan reuniéndose como moscas para pescar adeptos. Hace unos días asistí a un conversatorio en el cual participaron varios integrantes del gremio de la salud, la mayoría médicos generales, estudiantes a punto de graduarse y otros con algunas especialidades, otorrinos, ginecólogos y pediatras.
Golpeados, desganados, cuestionados, aburridos y abusados, pero sobre todo, mal pagados se les vio a los galenos. Esos grandes salarios y amplias bonificaciones se acabaron con la pésima aplicación de la ley, que convirtió la salud, un derecho constitucional en el mejor negocio en el cual participan políticos, comerciantes, mercaderes y gobernantes para incrementar su lucro económico y personal. Ni hablemos de la calidad de los medicamentos. Los menos malos parecen tizas de escuelas de hace treinta años, que sanan el dolor, pero no las úlceras que generan en el estómago.
Las cooperativas intermediadoras entre los profesionales de la salud, médicos, enfermeras y auxiliares; y las grandes empresas de salud, mal llamadas EPS, IPS porque no prestan nada y cuando lo hacen, lo hacen mal; se convirtieron en el peor cáncer con metástasis en la nuca para garantizar la prestación de un servicio óptimo de salud a los que integran el sistema.
Un médico con una mala remuneración salarial, es sinónimo de mal trabajador y eso le pasa a cualquier empleado. El médico de hoy se convirtió en un explotado más del blandengue aparato productivo económico del país que lo hace sentir puto con el jefe por lo mal que le paga. Los médicos tienen el bolsillo enfermo, y como las secretarías, los maestros, los oficinistas y las muchachas del servicio, les toca convertirse en un jornalero de la salud haciendo turnitos acá y allá para obtener un salario digno.

Para nadie es un secretó que los médicos generales atienden a un paciente en máximo quince minutos, tiempo en el cual deben diagnosticar a ojo con tres golpecitos cualquier enfermedad por grave que sea. Ese procedimiento es similar a lo que hace un ganadero en feria para comprar una vaca. La mira por encima, por debajo, le toca el buche y listo, la compra. Los médicos de ahora no compran porque no tienen plata, pero si recetan. Recetan ibuprofeno, acetaminofén y sí el caso es muy grave medican diclofenaco.
Si de pronto el bata blanca amanece contento y le nota al paciente un color muy amarillento, le envía un examen de sangre o un coprológico. El paciente deberá empezar a tramitar la respectiva Acción de Tutela contra su EPS para que le garantice el resto del tratamiento, ese es el círculo. Hay que hacer una salvedad, no es una decisión del médico tener esa actitud. Son los dueños de las EPS, quienes escudándose en el POS, exigen y determinan los tiempos de atención al usuario y la clase de medicamentos y tratamientos que se deben medicar, diagnosticar y recetar. Médico que se sale del corral y al que se le va la mano en el diagnostico, en el tratamiento o en la receta, lo echan por la puerta de atrás por convertirse en un agente de alto costo para la entidad y el sistema.
Para eso se están preparando los futuros profesionales de la medicina. Es mejor que se vayan del país. Durante el conversatorio, una futura médica, una profesional de 20 años de edad aproximadamente a la que me daría miedo mostrarle las piernas en consulta, se refirió a la precariedad en la que está cayendo la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia. Sostuvo que los cuerpos en los que realizan sus prácticas están tan viejos que es imperceptible distinguir entre un órgano y otro. La decanatura sostiene que como van las cosas se tendrá que practicar en cuerpos sintéticos como si los pacientes fuéramos de plástico…
Ese es uno de los temas que hoy cuestionan a los estudiantes de medicina de la U de A, sin contar los permanentes cambios del pensum, por la constante renuncia de profesores que obtienen mejores remuneraciones en universidades privadas.
Lo contradictorio de los problemas que afronta el gremio de la salud en el mercado laboral del país, es que aunque han intentado organizarse para hacer valer sus derechos, no lo han podido hacer por lo complejo de las organizaciones sindicales. Muchos médicos siguen creyendo que la única alternativa para recuperar la esperanza es la política. Lograr que algún parlamentario lidere en la Cámara y el Senado, las modificaciones a los articulitos en dicha ley para solucionar los problemas del sistema de salud, es bien paradójico, cuando son ellos mismos, los políticos, los causantes de la actual encrucijada del alma del gremio de la salud.
Encontrar el gallo que salga a pelear con los mercaderes de la salud, que reciben las grandes ganancias por los contratos que obtienen del Estado, será tan difícil que este tema, estamos seguros, sólo se debatirá en cada jornada electoral.

