Por: Jorge Mejía Martínez
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La televisión regional mostró a la policía intentando recuperar el control de la parte alta de la comuna nororiental de Medellín, luego de graves hostigamientos por parte de la delincuencia organizada del sector. Según el diario El Mundo, a los habitantes de la veredita, del barrio Popular, las amenazas de las bandas los forzaron al desplazamiento en plena celebración de navidad so pena de bombardear las humildes viviendas.
Una comisión de la Personería Municipal tuvo que salir intempestivamente de la zona, por temor a los anunciados enfrentamientos entre hombres cargados con fusil. El Secretario de Gobierno encargado de la ciudad solicitó que el sector fuera tomado por el Ejercito Nacional como una respuesta desesperada a la impotencia de las autoridades.
Escuché de boca de un líder, que la presencia delincuencial es tan fuerte y atrevida que algunos miembros de la fuerza pública fueron atracados y despojados de sus armas en uno de los CAI del sector. La Personera Delegada para los Derechos Humanos manifestó que la misma situación se vive en barrios como Castilla y Pedregal, zona noroccidental de Medellín.
El diario El Colombiano informó este domingo que desde agosto se agotaron las bolsas plásticas para embalar cadáveres por parte del CTI dado el inusitado incremento de homicidios –el doble respecto al año anterior- en Medellín. Quedamos cerca de la tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes del 2002.
Ante panorama tan desalentador no sorprende la renuncia del Secretario de Gobierno municipal. Aguantó tres meses. Hoy muchos se preguntan por el perfil adecuado del próximo funcionario relevo de dicha dependencia local. Algunos sugieren un hombre o mujer de mano dura y si es un uniformado, mejor. Un oficial del Ejército o la Policía en la Secretaría de Gobierno, también se quemaría. Se requiere un funcionario que sepa convocar a la ciudadanía para hacerle frente al reto planteado por la delincuencia organizada en Medellín. O salimos todos del atolladero o nos hundimos todos. Pero la ciudadanía se deja convocar si está debidamente informada sobre lo que sucede. Por ello, el Alcalde se equivoca cuando pretende minimizar la gravedad de la situación, restándole credibilidad a las cifras de la Personería sobre, la magnitud del desplazamiento intraurbano, indicador clave para entender la crisis de seguridad que se vive en la ciudad. Lo mismo en Itagüí, Bello o Caucasia, localidades de Antioquia.
Además, de no eludir el significado de las cifras, la administración municipal debiera contarle a la comunidad hasta donde llegan sus posibilidades y competencias en materia de seguridad urbana. No es justo que se consolide en el ambiente la idea de que los éxitos de la política de seguridad democrática son del gobierno nacional y los fracasos son de los gobiernos municipales.
El Municipio de Medellín no ha ahorrado un sólo peso para invertir en movilidad, comunicaciones, logística e infraestructura, a favor de la fuerza pública. Siempre insiste en el aumento del píe de fuerza. Pero otros resortes no se mueven desde La Alpujarra. Hoy estamos sufriendo las consecuencias de un proceso de desmovilización del paramilitarismo mal llevado que dejó demasiados cabos sueltos sin atender, como un adecuado tratamiento jurídico a las bandas y combos reguladas desde la comandancia de las AUC, en el marco de exigir el desmonte de las estructuras y actividades ilícitas, forjadas a su alrededor. El Gobierno Nacional no aprovechó la negociación para avanzar en tal sentido. Craso error.
El Colombiano relató, además, las circunstancias que propiciaron el asesinato de un patrullero de la policía en el barrio La Sierra tras una acción para detener a un individuo por porte ilegal de armas. La comunidad del sector fue cómplice del delincuente a quien protegió en contra de los miembros de la Fuerza Pública. Preocupante situación, porque confirma lo planteado por la Personería de Medellín en el sentido de que pobladores de estos barrios prefieren convivir con la delincuencia organizada, antes que colaborar con los uniformados a quienes sindican de corruptos y negligentes. El próximo Secretario de Gobierno deberá trabajar en llave con la comandancia de la Policía Metropolitana el saneamiento de la institución, a partir de pararle bolas a las quejas de la comunidad recogidas por la Personería. Además, de buen informador debe ser un mensajero.