viernes, julio 26, 2024

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OBJETIVO: LA SOCIEDAD

ospinandoUna vez más y como lo ha hecho periódicamente, el expresidente Álvaro Uribe Vélez arremete contra el presidente Santos, excusándose en la mala negociación de paz que se viene adelantando en la Habana.

Como era de esperarse el ahora senador Uribe Vélez, sacó una lista de amañadas interpretaciones del informe del proceso de paz, “las 52 capitulaciones de Santos en la Habana” con absurdos como pensar que todo un aristócrata de la clase gobernante colombiana, dueño de tierras y medios de producción por historia familiar negociará “extinción administrativa de dominio, -es decir, sin indemnización- a los propietarios legítimos de las tierras que supuestamente no cumplan la función social y ecológica de la propiedad”. Es decir, se autoexpropiará y expropiará a la clase social que él mismo representa y que lo tiene en la presidencia.

La verdad es que declaraciones de este tipo son propias de un dirigente del talante de Uribe, pero podrían ser hechas por cualquier otro analista contrario al proceso, pues el documento presentado como preacuerdo es lo suficientemente ambiguo como para permitir cualquier tipo de interpretación.

Lo que para los colombianos no es del todo claro es la posición del senador, pues mientras se demostró que él mismo siendo presidente había buscado acercamientos con el “grupo terrorista”, hoy arremete lanza en ristre contra el proceso que fue motivo de su deseo.

Y se deja ver entonces una cara completamente evidente del gobernante anterior: las ansias patológicas de poder que el jefe de centro democrático –casi su pastor- padece. Las pretensiones de Uribe son claras, entorpecer a cualquier precio un proceso que permita al país un trasegar por rumbos diferentes a los que ha mantenido por más de 50 años.

Pese a lo absurdo de lo presentado por el nuevo partido uribista, sí sería muy interesante que los negociadores de ambas partes aclararan algunas de las dudas, que a modo de denuncia han hecho, y lo digo no por darle el beneficio de la duda a Uribe, sino porque han sido el gobierno y las FARC, los que generaron el espacio para que esas especulaciones fueran mostradas, al presentar un documento emanado de la mesa completamente inexacto, por decir lo menos.

Lo delicado del debate en apariencia inane que se está generando, es que tras una sarta de mentiras y de una verdad maniquea de parte de una persona con tanto seguidor, en una eventual refrendación por parte de la población colombiana, en las urnas, más de tres años de negociaciones se vayan a la caneca de basuras y, lo que hoy ha generado una esperanza real, se convierta en el inicio de otra horrible noche.

El objetivo claro de la actual disputa Santos-Uribe es, sin lugar a dudas, lograr que su posición, la de cada uno, con respecto al proceso de desarme del grupo guerrillero, gane adeptos, pues en las urnas se jugará sí la consolidación del proceso, pero también mucho de prestigio político de cada uno de ellos.

Queda una pregunta en el tintero, qué se pretende con el cuestionamiento al proceso de paz: presionar por una mejor negociación, ponerle talanqueras insondables que generen de nuevo el recrudecimiento de la guerra en Colombia o entorpecer el proceso de paz de tal forma que el gobierno de Santos quede en los anaqueles de la historia como (si ya no lo es) uno igual al de Pastrana: malísimo.

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Adolfo Ospina
Licenciado en Educación Español y Literatura de U de A, apareció hace unos 4 años a este proyecto. Especialista en pedagogía de la lengua escrita de la Universidad Santo Tomás, Ambientalista y defensor de los derechos de los animales, peor que Vallejo.