jueves, marzo 28, 2024

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FRANCO DETERIORO

Por: Héctor Hernán Gallego Rodríguez. “El jardín Cerrado” Guatapé.

Corrían los inicios de los años sesenta en la por entonces llamada “la Tacita de Plata”. Siguiendo los pasos de una de mis “nanas”, Julia Molina y su hijo Javier, por quienes sentía especial afecto, fui con ellos de visita, a uno de los sectores más deprimidos de la ciudad: Los tugurios del puente San Juan. Viniendo desde el sector del barrio la América, por la calle San Juan y cruzando uno de los puentes que unía la parte occidental con la oriental de la cuidad; se veía a mano derecha, antes de cruzar el puente, la pasteurizadora de “Proleche” que vertía sus aguas directamente al rio.

A mano izquierda la Macarena con su luminoso aviso de cigarrillos pielroja sobre la puerta. Pero al cruzar el puente a mano derecha en predios de lo que hoy se denomina la Regional, al frente del Edificio Inteligente, y siguiendo la línea del rio hacia el sur, hasta la altura del Teatro Metropolitano, se encontraba el denominado sector de los tugurios, o barrio de los tugurianos. Uno de los núcleos de pobreza más habitados de la cuidad.

Desde la ventanilla del bus del barrio la América, Barrio Cristóbal o San Javier que conducía a mi padre y a mi hacia la antigua plaza de mercado de Cisneros ubicada junto a la Estación del Ferrocarril podía contemplar los sábados en la mañana, al cruzar el puente, a la derecha, a los chicos de los tugurios retozando alegremente en el rio. Más adelante cerca donde está la actual glorieta de la Alpujarra sobre la calle san Juan, también sobre la derecha, estaba la fábrica de gaseosas Lux que con sus grandes vidrieras permitía observar la larga fila de gaseosas siguiéndose una tras otra.

Y si en esa mañana de mercado, que invariablemente era los sábados, teníamos suerte podría suceder que el bus en el que viajábamos tuviese que detenerse para dar vía a la locomotora que partiendo de la Estación Cisneros seguía la ruta de la carrilera hacia el túnel de la Quiebra y la población de Puerto Berrio. Podría decir que mi infancia, en la denominada “Ciudad de la Eterna Primavera”, “La Tacita de Plata”, transcurrió entre el ulular de la sirena del tren que anunciaba las partidas y llegadas y los rugidos de los leones del Zoológico Santa fe.

Pero volviendo a mi “nana” y a su hijo Javier, tomados de la mano, caminábamos hacia el sector de los tugurios. Una vez allí, Javier y yo, decidimos, entre tanta algarabía juvenil bañar también nuestros cuerpo en las aguas del rio Medellín que nace en el alto de San Miguel en el municipio de Caldas. De allí pesque el “bacilo de Koch” que tras diez años maduró en mi cuerpo y que durante mis primeros años universitarios casi me mata llevándome a las puertas del hospital de los “tísicos”, la María de Medellín.

Pocos años antes de mi caída, durante los últimos años de bachillerato, a comienzos de los setenta a la hora de seleccionar carrera universitaria, uno de mis amigos más esclarecidos, Carlos J. Puerta voceaba en el salón de clase que entre las carreras universitarias del futuro estarían aquellas que estuviesen ligadas con el Medio Ambiente: Cuidado de las aguas, de la atmósfera, de la fauna y flora. Que recuerde ninguno de mis compañeros de clase le hizo caso y él un poco decepcionado pasado unos años decidió, apresurar su salida del planeta.

Felices con los pies entre el agua de los ríos de nuestra bella Antioquia era imposible que alguna vez dejásemos de beber sus aguas, menos aún, ir a comprarla en botellas de 80 onzas en el supermercado de la esquina. Viajando en aquella época desde el sector de Caldas hacia Medellín, años setenta, era notorio en horas de la mañana observar la mancha de colores que los propietarios de las fábricas aledañas al rio vertían subrepticiamente durante la noche.

Han pasado 56 años desde aquel entonces, logré librarme de la “peste blanca” pero las tentativas de salvar el río Medellín que nace en el municipio de Caldas no dan muestras de una resurrección del mismo. Ahora viajamos en la “Cultura Metro”, conectados como estamos, ensimismados en nosotros, con rostros sin pena, sin dolor, observamos ese río de aguas contaminadas, oscuras, lleno de pompas de jabón; sin pensar que en nuestras salidas al mar, durante la época de vacaciones, en las costas cercanas nos bañamos en esas mismas contaminadas, sucias, malolientes y revolcadas aguas.

Tampoco pensábamos, cuando veíamos en la red, la contaminación en las calles de Pekín, la capital del dragón asiático. Dragón posesionado hoy por hoy de las alturas del Tíbet, de donde ha desalojado toda espiritualidad, mientras observa complacido el humo de las grandes chimeneas. Tampoco pensamos en aquella época que en nuestra ciudad de la “Eterna Primavera” llegásemos a respirar un aire así y a utilizar tapabocas. USA, China las grandes potencias económicas junto a su similar Rusia han echado por el suelo toda tentativa de acabar con las emisiones de carbono causales directas del calentamiento global arguyendo argumentos basados en necesidades económicas.

Pero igual sucede en la que creemos nuestra alejada aldea, ajena a los problemas inherentes a la globalización. Hace poco a raíz de “la alerta roja” ocasionada por a la contaminación atmosférica sobre nuestra ciudad las autoridades, establecieron un pico y placa de seis dígitos. Los índices de contaminación bajaron. Pero el reclamo de los señores que sólo piensan en el dinero y no en la vida y salud de sus habitantes, exige que medidas tan drástica no se vuelvan a contemplar.

Ha pasado el Nueve de Abril y ya no se escuchan del caudillo -asesinado por las mafias azucareras, según refiere el escritor Andrés Caicedo-,su voz: “es la Economía quien debe estar al servicio del hombre, y no el hombre al servicio de la Economía”. También los malos utilizan el lenguaje de los buenos. El 22 de Marzo día del atentado en el puente londinense de Westminster, por acción de un integrante de la “Umma” islámica murieron, cuatro personas, y más de una veintena de heridos. Ese mismo día, en horas más tempranas, por acción de la fuerza aérea de los Estados Unidos en Siria morían en un campo de refugiados 20 niños y más de 60 civiles.

Las autoridades estadounidenses dijeron que iban a investigar lo acontecido. Hecho que no les impidió deshacerse en palabras ante los medios condenando el ataque a Londres de suicida, cobarde y terrorista.

Es “vox populi” que el alto índice de contaminación de la ciudad de Medellín no se debe sólo a los gases ocasionado por la movilidad, también lo es el humo de las grandes chimeneas que mientras la ciudad duerme arrojan a la atmósfera sus fuegos pestilentes. Remedio no lo hay por el alto poder de aquellos que dictaminan que ha de primar lo económico sobre la vida.

La hoy “laguna verde” de Guatapé, antes “Embalse Guatapé, El Peñol” sufre hoy los embates del progreso, punta de lanza de nuestra actual visión del mundo de la Economía. La contaminación que padece, donde no es aconsejable que te bañes y menos que te alimentes de sus peces, no solo se debe a las heces o desechos orgánicos arrojados allí por un turismo ávido de consumir, sino además por los ácidos que fábricas de baterías arrojan a los ríos que llegan al embalse.

Pero existe una contaminación evidenciada más recientemente, la “contaminación lumínica”, ocasionada por la luz nocturna de las ciudades y poblaciones que reflejadas en las nubes actúan como espejos devolviendo su luminosidad sobre aguas, ríos, embalses. Donde antes reinaba la oscuridad permitiendo que la denominada “pulga de agua” de tamaño microscópico, que necesita de la oscuridad para vivir, ascendiese en la noche desde las profundidades para alimentarse de las algas, limpiando así la superficie de las aguas.

Esa misma pulga enceguecida por la contaminación lumínica ya no sube a la superficie, acrecentándose la población de algas que dan el color verde a las aguas. Eso lo saben también los microbiólogos que estudian los lagos de Europa que ven tornarse verdes sus antes casi trasparentes aguas de embalses y lagunas.

Hoy nuestra “cultura mafiosa” que hace alarde de su dinero y basada en una falsa idea de seguridad, que ha de mantener todo iluminado -para beneficio de empresas constructoras de hidroeléctricas y embalses; aleja con su luz a estos pequeños bichos limpiadores, que necesitan de la oscuridad para realizar su trabajo de consumir las algas.

El rompimiento de la capa de ozono es un hecho, el calentamiento global es cierto, la contaminación de los mares es innegable. La catástrofe de Mocoa era una catástrofe anunciada-deforestación, tala de árboles, minería; y súmele la pobreza que acorralada e ignorante se refugia a la orilla de los ríos y quebradas. Esperamos que la tan cacaraqueada capacidad innovadora de los medellinenses seas capaz de levantar esta alerta de colores. Nuestro consentimiento a las propuestas económicas en todas partes del planeta nos está llevando de nalgas, por no decir de culos, al desastre.

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Ruben Benjumea
Soy periodista por vicio y bloguero por pasión y necesidad. Estamos fortaleciendo otra forma de hacer periodismo independiente, sin mucha censura, con miedo a las balas perdidas, pero sin cobardía.