Ni tacita de plata, ni ciudad de la eterna primavera, a duras penas mantenemos el remoquete de capital de la montaña y eso por poco porque al paso que vamos pronto no tendremos montañas, tampoco somos la capital industrial de Colombia, lo fuimos.
Los tiempos han cambiado y de aquel Medellín que encantaba con su clima, su gente y su limpieza queda muy poco. Hoy somos una ciudad que se vende al mejor postor, con una profunda brecha social que día a día se acrecienta más.
Pero pese a todos los cambios que se han generado en los últimos veinte años, uno de los más molestos es el de la malla vial, nunca antes Medellín había tenido unas vías tan extremadamente deterioradas como las de hoy. Huecos brotan como maleza y se expanden como tal.
Hubo un tiempo en que nuestras calles eran la envidia de los bogotanos, eran el referente de la construcción y el mantenimiento de la infraestructura vial de una ciudad, hoy dan grima.
El asunto no es reciente pero actualmente tampoco se ha hecho mucho para contrarrestarlo.
En la alcaldía de Alonso Salazar, se pusieron semáforos en todas las esquinas de la ciudad, teniendo que abrir huecos para las instalaciones eléctricas en las vías, la forma en que se repararon los huecos abiertos fue supremamente mala, conllevando ello a que el hueco reapareciera después del paso del primer vehículo.
Luego, el nunca bien ponderado Aníbal Gaviria tuvo la lucidez de abrir todas la vías de la ciudad para cambiar no sé qué cosa. El resultado no pudo ser peor, una ciudad colapsada en cuanto a movilidad se refiere y literalmente llena de huecos.
A estas necesarias obras se le suma que en esos gobiernos, no se tuvo un plan de mantenimiento, lo que llevó a que lo poco que no se intervino, se deteriorara.
Llegó Federico, cargado de buena fe, como se muestra, ha hecho muy poco para el mejoramiento y mantenimiento de las calles. Lo peor, es que los contratistas han visto en el deterioro una oportunidad de lujo para el negocio, pocos huecos remendados, porque esa es la palabra, se mantienen en el tiempo. Un ejemplo claro de esto es la Avenida Ferrocarril, a la altura del Palacio de Exposiciones. Allí el remiendo hecho al hueco abierto generó una pista de motocrós, una montaña rusa en la que carro pequeño que caiga tiene que sufrir las duras y las maduras para salir. Y el remiendo no tiene más de un año.
Esa es la responsabilidad del actual alcalde, la calidad de los arreglos. Le tocó asumir una ciudad con unas vías acabadas, pero es de su competencia que la calidad con que se busca solucionar este terrible problema, sea la mejor.