Durante muchas columnas publicadas en esta sección de opinión se ha defendido el transporte público individual, sobre todo cuando de compararlo con el servicio ofrecido mediante la plataforma Uber se trata.
Ante todo es importante hacer énfasis en la ilegalidad del servicio prestado mediante la plataforma, porque independientemente de que se coja en la esquina de la calle Colombia con Av. Oriental, o por intermedio de Uber, el transporte público individual ofrecido por automóviles particulares, es ilegal.
Sin embargo es necesario reconocer también el deterioro que ha tenido el servicio de taxi en Medellín, y lo riesgoso que en un momento dado puede ser el ocupar este servicio.
La semana anterior solicité un taxi por la aplicación “tappsi”, como es habitual el prestador del servicio se reportó de manera rápida. Cuando me monté en el vehículo sospeché que algo no andaba bien: la forma acelerada e imprudente en que conducía el taxista me tenían algo nervioso.
Como es habitual puse conversación al conductor, cuando me respondió, un olor fuerte a alcohol salió de su boca. Ratifiqué lo que antes era una sospecha. Parar el taxi era complicado, por la hora y el lugar por donde transitaba, así que hice caso omiso de mis nervios y decidí continuar.
Siempre pensé cómo denunciar al imprudente que me estaba prestando el servicio, por eso ordené parar unas cuadras antes de mi lugar de destino, “qué no sepa donde me bajo”, pero, ¿y si tiene todos mis datos, solicitados en la aplicación y me recogió en mi casa, como podré evitar ser reconocido como el quejoso? Me pregunté.
Comuniqué la inquietud a servicio al cliente de la aplicación sobre si mi denuncia quedaría en el anonimato, no hubo respuesta. Mi temor respondía no solo a la forma de conducir del taxista, sino a su apariencia en general, pues así suene discriminatorio, no me inspiró confianza en ningún momento.
A este hecho, ya de por sí harto aburridor, hay que sumarle otros como que pocas veces la tarifa cobrada por el taxista corresponde exactamente a la registrada por el taxímetro y muchas veces dos tarifas cobradas para el mismo trayecto, transitado por la misma ruta tienen cobros diferentes.
No saben los conductores y dueños de taxistas el daño que se hacen al permitir irregularidades que poco a poco deterioran el servicio y nos alejan de su uso, más todavía cuando un monstruo como Uber está a la expectativa.
También es evidente el alto nivel de despreocupación de las autoridades para regular el servicio, a tal extremo llega esa desregularización que son pocas las condiciones que un conductor debe cumplir para desempeñarse como conductor de taxi.