Al sentarme a escribir un fuerte dolor en la espalda baja me atacó, recordando el trasegar del día me encontré con una fuerza mal hecha al sacar una caja del cuarto inútil, -nadie guarda lo que realmente necesita-.
La caja contenía los arreglos navideños que por estos días empiezan de nuevo a exigir ser desempolvados, acicalados y utilizados en los hogares y la que me había dicho mi compañera deberíamos “ir sacando para ir arreglando la casa”.
15 de noviembre, -pero si faltan 15 días para diciembre-, no hay caso, ya huele a navidad, los almacenes han empezado, y ya hace bastante, con su maratónica oferta de productos de decoración y de elementos para regalarle a los seres queridos, la Alcaldía, en un afán sospechoso empezó a colocar los famosos alumbrados de Medellín, y las insoportables emisoras que nos toca aguantarnos en los buses, ya llevan dos meses promocionando sus sorteos de fin de año: la marranada con dos garrafas de aguardiente, la rumba en chiva para la cuadra más decorada, el supermercado navideño y no sé cuántas cosas más.
Ha llegado navidad, contra eso lo mejor es entregarse por las buenas e intentar dejarse contagiar de esa euforia colectiva con la que el comercio genera multimillonarias ganancias y con la que los trabajadores y la clase media quedamos engrampados con el sistema financiero por un año más.
Ha llegado diciembre, no hay nada más que hacer, en quince días de nuevo, -ojalá que no-, los combos demostrarán su poderío retando a las autoridades con la horrible alborada, cientos de pájaros y animales en general morirán de infartos y otro número superior de perros y gatos se perderán por el temor a las aterradoras explosiones.
Ha llegado diciembre y como hijo de una octogenaria matrona tendré que buscar el tiempo para sacar sus vetustos arreglos navideños, -quizá el dolor de espalda aumente-, intentar hacer algo por ellos y generarme una fuerte gripa que suele aflorar en estos tiempos de interminables trasnochos y espantosas polvaredas.
Debo suspender tengo que acudir presuroso al llamado de auxilio que mi compañera hace para que le colabore colgando unas guirnaldas decorativas en una de las ventanas del apartamento, -es que esto es para los dos-, justificó al verme la cara de inconformidad.