La crisis que está atravesando el Proceso de Paz se vea venir, y lo peor no parece tener solución inmediata por varias razones. La primera, el afán populista de algunos candidatos a la Presidencia, que han visto en la problemática un muy buen caballito de campaña, la segunda, la histórica negativa de los gobiernos colombianos a cumplir con sus compromisos con las diferentes comunidades, y que en un momento determinado fue el origen de gran parte del conflicto armado que ha sufrido el país y la tercera, la injerencia de gobiernos extranjeros en nuestros asuntos.
Lo sucedido en la frontera colombo-ecuatoriana con los tres periodistas, asesinados por una disidencia de las FARC, es el resultado del abandono al que la comunidad del suroccidente del país se ha visto sometida.
En pleno clímax del problema el Gobernador de Nariño declaró a un medio radial que la ausencia de la fuerza pública de la zona había dejado una gran compuerta de acceso a los grupos armados que se habían opuesto a la desmovilización, y que él mismo había solicitado al gobierno central la urgencia de cubrir el espacio dejado por las FARC en su proceso de reincorporación, solicitud nunca escuchada por el ególatra centralismo.
Así, muchas otras comunidades han visto como con la salida del desintegrado grupo guerrillero han aparecido otros de minúsculo tamaño y que el Estado, como históricamente ha sucedido, no ha querido asumir su papel, es decir aparecerán muchos “Guachos” en muchas zonas de Colombia y sucederá lo mismo, quizás con menos publicidad, pero iguales o peores de delicadas.
La situación es el resultado de los desaciertos de un gobierno que probablemente bien intencionado generó las condiciones para la desmovilización de una poderosa guerrilla, pero que olvidó garantizar las condiciones para que más de 7.000 combatientes estuvieran tranquilos durante el proceso.
A lo anterior hay que sumarle que en las filas de los reinsertados hoy se viven momentos de tensión por lo sucedido con uno de sus cabecillas, alias Jesús Santrich y su posible participación en un negocio de exportación de drogas a los Estados Unidos, situación que se enrarece más con la salida por vencimiento de términos de Marlon Marín, quien había sido detenido en el mismo operativo y que inmediatamente voló al país del norte, posiblemente a colaborar con la justicia de ese país.
Como si con la oscura situación no fuera suficiente, el actuar de la JEP, se encuentra en un limbo jurídico y no ayuda en lo más mínimo a devolver la confianza requerida para evitar que los miles de combatientes busquen refugio en los grupos de disidencia que constantemente se van formando.
Dos ejemplos de lo que se adviene al país como consecuencia de la negligencia gubernamental y del afán desmesurado de poder de los gobernantes de siempre que temen perder el dominio de su “feudo” y que por ello prefieren mantener conflictos internos que justifique la necesidad de su presencia en el gobierno.