jueves, octubre 10, 2024

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EL ANZUELO

Amanecido el lunes 28 de mayo, cornetas de victoria se escucharon entre gran parte de la población colombiana, para muchos los resultados de las elecciones presidenciales habían sido una cachetada para la clase política del país.

Las razones se resumían en la derrota de Germán Vargas Lleras y la enorme votación de un independiente como Sergio Fajardo Valderrama, el profe.

Pero la verdad se nos hizo evidente al martes siguiente, cuando uno a uno, todos los representantes de la clase política tradicional buscaron refugio en las toldas del “jefe de jefes”, Álvaro Uribe Vélez y su Duque.

Los que antes se habían tratado de corruptos, paramilitares, narcotraficantes, etcétera, etcétera, etcétera, hoy, gracias a aquello de que la política es dinámica, se acunaban en la hamaca. Ya Vargas no es un corrupto, Uribe un paraco y Duque un inexperto, Gaviria resultó siendo un gran estadista y Pastrana… bueno ese nunca dejará de ser lo que ha sido.

Nos tiraron el señuelo y todos nos lo comimos, sabían que Vargas Lleras tiene un par de san benitos que le dificultarían la entrada a la casa de Nariño, pues había trabajado con uno de los gobiernos más desprestigiados de la historia del país y luego como un humano, los perros no lo hacen, había mordido la mano del que había sido su amo, y por otro lado se había hecho público el apoyo a su campaña de grandes capos de la corrupción colombiana.

Por otro lado, Humberto de la Calle, había quedado en el desprestigio absoluto con el necesario y nunca bien ponderado acuerdo de paz. Con ese panorama, y con un candidato generando miedo por su popularidad e independencia con la clase política tradicional, ésta decidió enfilar baterías al lado de Duque, el de Uribe.

Así la maquinaria silenciosa trabajó para el de Uribe, mientras muchos votantes castigaban a Vargas Lleras por ser el representante de esa clase política malsana pero como la siempreviva dispuesta a no dejarse destronar.

El resultado evidente, una segunda vuelta entre los de siempre: Uribe (8 años de gobierno), Pastrana (4 años), Gaviria (4 años), Vargas, Ordoñez y los demás lagartos congresistas que temen perder la mermelada, contra el único que en Colombia les ha generado algún temor, el que les quitó el segundo cargo de elección popular más importante y que pese a los múltiples ataques logró terminar su mandato.

Esa es la democracia colombiana aquí solo podemos ser gobernantes los de siempre, los demás, llevarán al país a una hecatombe de la que los únicos que nos pueden sacar son ellos.

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Adolfo Ospina
Licenciado en Educación Español y Literatura de U de A, apareció hace unos 4 años a este proyecto. Especialista en pedagogía de la lengua escrita de la Universidad Santo Tomás, Ambientalista y defensor de los derechos de los animales, peor que Vallejo.