(Periódico El Colombiano)
Por Héctor Mejía Restrepo
Los periódicos escritos se dejaron de leer porque a los periodistas se nos olvidó escribir. Perdimos el rumbo, el monte, el toque, el contacto con el lector. No vamos al grano. Damos vueltas y vueltas alrededor de algo que no le hemos dicho al lector, como para lucirnos en nuestra habilidad de componer frases y decir adjetivos. Y el lector, perdido, fastidiado («¿Qué me están diciendo? ¿Para dónde va éste?»).
El viejo periodismo enseñaba que primero que todo había que establecer el qué, el porqué, cuándo, dónde, cómo, y después los contextos y los comentarios. O sea el viejo cuento:
-Pelié con un mesero.
-¿Por qué, cuándo, dónde, cómo?
-Porque cuando donde como sirven mal, me desespero.
Pero no, hoy en día se empieza con los comentarios, sin explicar el qué, y se sigue por cualquier parte, de tal manera que si el lector quiere enterarse tiene que leer de nuevo todo el artículo a ver qué fue lo que pasó. Se toman los elementos del artículo y se mezclan a la diabla a ver qué sale.Periódicos para presos, cuyo interés principal es leer todo el día y no terminar nunca. Actitud de primera bailarina de ballet que solamente quiere lucirse y que la admiren haciendo «voltas e reviravoltas» durante el mayor tiempo posible.
El lector se aburre de hacer esfuerzos y cancela la suscripción.La gente no compra el periódico, porque no quieren hacer esfuerzos: ya vio la noticia en la televisión de anoche y no entiende lo que le están diciendo en el periódico del día siguiente. No explican nada: escriben en un idioma churrigueresco, mil palabras acerca de nada.
Se impuso el estilo perverso de Mario Vargas Llosa que empieza con los complementos directos del sujeto, sigue con los comentarios, y al final pone el verbo, como en alemán. Párrafos largos, larguísimos, que obligan al lector a leer varias veces, para medio obtener una idea de lo que le están diciendo. Párrafos larguísimos en los cuales ocurre que cuando se llega al verbo ya se olvidaron las palabras del principio. («Empiece a leer por tercera vez»).
Cada idioma tiene su genio y los que escribimos tenemos que entenderlo. El castellano es como un redoble de tambores de un pelotón de fusilamiento en serie. Parrarán, parrarán, parrarán, pun. (da capo). Así debemos escribir.La influencia del idioma inglés nos destruyó el genio del castellano: el inglés es hijo del alemán y conservó la tendencia a poner el verbo al final del párrafo. Piensan distinto, ejercitaron la memoria, aprendieron a poner más atención, suena muy bonito, gastan menos papel. Pero para nosotros no es claro.
Así se escribía en la época de los primeros libros impresos (Gutemberg 1450), el papel era caro, el tiempo de lectura, la velocidad de la vida, no importaban mucho. Había que llenar un párrafo con la mayor cantidad de información posible. Cervantes aprendió a escribir en esa época. Venerar a Cervantes como modelo para escribir en español ha tenido efectos perniciosos hoy en día. Escribir un periódico teniendo como modelo a Cervantes nos está causando problemas con los lectores. La radio y la televisión son orales. Se entienden más rápido. El problema no es el qué galicado, ni el uso del gerundio. Necesitamos periodistas que escriban con claridad.