domingo, septiembre 8, 2024

Lo último

Noticias relacionadas

‘VIVO POR INERCIA, SÓLO PIENSO EN LA MUERTE’: FERNANDO VALLEJO

Foto: JAVIER AGUDELO
El novelista antioqueño Fernando Vallejo volvió a su ciudad para no dejar títere con cabeza: «No solo hay que saber escribir, sino tener qué contar. Una monja clausura tendría mucho para decir».


El polémico novelista estuvo charlando en Medellín con el escritor Juan Diego Mejía, frente a 400 espectadores. Vallejo hablaría de su nuevo libro, ‘El don de la vida’, pero cambió el guión.

Estuvo un par de horas sentado en un cómodo sillón pensando, pensándose en voz alta. El micrófono siempre sujetado por las dos manos. El cabello cada vez más blanco, el ceño marcado y los mismos ojos de siempre.

Por momentos, su cuerpo parecía una imagen congelada. Pero se movían sus pensamientos, se removían sus recuerdos, y los expresaba, sin pausa, uno tras otro.

Estaba junto a Fernando Vallejo otro antioqueño, también escritor, Juan Diego Mejía, quien el miércoles pasado hizo las veces de tirabuzón en un complejo papel de indagar en la memoria de Vallejo, a propósito de su nuevo libro: El don de la vida.

Unos 400 asistentes acudieron al espectáculo de esa noche lluviosa en el auditorio del Parque Biblioteca de Belén para escuchar lo que quisiera decir Vallejo con su procacidad genuina y desgranada en sentencias implacables:

-El don de la vida trata sobre la bendición de la muerte. Es la suma de mi experiencia y el tercero sobre mi muerte. De eso escribo ahora.
-¿No callar lo que piensas es una enseñanza de este libro? -pregunta Mejía.
-¿Y cómo sabes qué pienso?
– Lo supongo por todo lo que has dicho.
-Tengo mi verdad literaria. Pasar los recuerdos al papel es algo que me ayuda a olvidarlos -agrega Vallejo que le tiene sin cuidado repetirse en sus libros.

A sus 67 años, para este escritor los únicos recuerdos que conserva son todos luminosos y la prueba es que han vivido en su cabeza, mientras otros se borraron. Y poco queda de lo que aún está anclado a su memoria: «Me siento como si estuviera en un mundo que no es el mío».

La agradable conversación con Vallejo toma giros inesperados y revelan su fascinación de fastidiar a los que se crean bienpensantes, «todos son unos tartufos»; que prefiere la política al fútbol, «me entretiene más o me molesta menos»; y su obsesión gramática por la sonoridad y el ritmo de lo que escribe, «dime cómo escribes y te diré quién eres»:

-Uno es las frases que usa, y también las que deja de usar. Los políticos manejan mal el lenguaje, siempre nefastos, antes, al menos, eran honorables, ahora son rapaces.
-Eso es muy apocalíptico -opina Mejía.
-Todavía no he hablado de eso -responde mientras el auditorio se ríe.

Y remata Vallejo diciendo que «Colombia es las ruinas de lo que fuimos y no fuimos gran cosa». Después elogió la música, desdeñó del cine como lenguaje, criticó la obra de escritores que ya son mito y calificó de plaga a varios medios de comunicación.

Tras la diatriba de Vallejo, es claro que muy poco lo ata a este mundo. No en vano, la última palabra que escribió en El don de la de vida no puede ser otra: muerte.

‘A mí la vida me sale sobrando’: Vallejo

Al concluir el diálogo entre Juan Diego Mejía y Fernando Vallejo, llegó el momento de intercambiar reflexiones con los asistentes.

Hubo preguntas de todos los pelambres, desde quién lo metió en la misma bolsa de los nadaístas, hasta otro que le pidió su opinión sobre la literatura nahuatl.

Incluso a un joven adulador pidió que le regalara su nuevo libro y Vallejo le contestó: «No sea limosnero».

EL TIEMPO aprovechó la oportunidad para indagar al escritor por los motivos que tiene para vivir y esto respondió con su franqueza característica:

«Vivo por inercia, solo pienso en la muerte, pero no en la de los otros, eso me tiene sin cuidado. La única muerte que me interesa es la mía.

Ahora no sé qué voy a hacer porque tengo la vida tan vacía, pero tampoco me daré un tiro. Mejor, de pronto escribo dos libros pero de la muerte, no se me ocurre nada más, porque a mí la vida me sale sobrando».

La huella indeleble de un novelista genuino

Después de hallar tanto escepticismo, pesimismo, nihilismo junto en las palabras, escritas y habladas, de Fernando Vallejo, este escritor antioqueño podría convertirse, por oposición, en la efigie del amor por la vida y la libertad de cada cual.

Para eso habla de la muerte, esa que es la constante de su nuevo libro (El don de la vida), y también de tantas cadenas que le cuelgan a esta sociedad antioqueña: «El infierno son los otros, nos dijo Sartre, y en Medellín estamos siendo el infierno para los demás».

Este controvertido escritor se despacha contra el mundo que no siempre lo comprende.

Entre sentencias definitivas, calificó de bajeza el debate suscitado por llevar la novela de Jorge Franco, Rosario Tijeras, a la televisión. «Cada escritor encuentra su camino y nadie me tiene qué decir si escribo de sicarios o no», aseveró.

Después la emprendió contra los políticos de hoy, según él, cada vez más rapaces. Y de sus mordaces comentarios tampoco escaparon otros más nobles.

De la producción literaria de Tomás Carrasquilla dijo que «se volvió un mito y solo escribe diálogos», y de William Ospina, «admirable, pero desperdiciado en la biografía novelada».

Pero además recordó, siempre con su ironía, que tuvo que escribir una propia gramática (Logoi) para aprender lo que no le enseñaron en la academia. «Me importa es que las frases suenen bien, tengan ritmo, sea buena prosa» concluyó.

Tampoco Medellín escapó a la crítica de Vallejo, tras pasar una temporada lejos de su casa en México: «Lo único que me queda claro hasta ahora es que esta es una ciudad de mendigos y acuchillados».

JUAN FERNANDO ROJAS
eltiempo.com

Artículo anterior
Artículo siguiente
Ruben Benjumea
Soy periodista por vicio y bloguero por pasión y necesidad. Estamos fortaleciendo otra forma de hacer periodismo independiente, sin mucha censura, con miedo a las balas perdidas, pero sin cobardía.