jueves, octubre 10, 2024

Lo último

Noticias relacionadas

MONSTRUO BUROCRÁTICO

aoInicialmente fueron aproximadamente 4 minutos escuchando la perorata del plan retorno dispuesto para Bogotá durante el puente de reyes, así este hubiera pasado hacía ya dos días. Luego con voz amable pero incomprensible un saludo memorizado y el nombre “Andrea Martínez en qué puedo ayudarlo”.

Había llamado a la línea gratuita “salva vías” #767 del Ministerio de Transporte, para quejarme en tiempo real de las imprudencias que el conductor del vehículo de servicio público colectivo (bus) de placas TSZ 011 afiliado a la empresa Coonatra y que cubría una de las rutas con más mal servicio de Medellín: Calazans 310, (si alguien lo duda intente abordar uno de estos después de las 8:00 de la noche) estaba cometiendo y en las que los pasajeros que viajábamos en él teníamos en juego nuestras vidas. Uno de los frenazos que el “señor conductor” usó para evitar golpear a otro bus de “bello” en la glorieta de la Alpujarra dejó algunos con dolores múltiples, sin qué decir de cómo debió haber quedado la señora que sin fuerzas suficientes para sostenerse del embate, terminó contra el suelo del bus.

Los vehículos de transporte público llevan en su mayoría, desde taxis hasta los de servicios especiales, un letrero amarillo a modo de placa, en que invita a los usuarios a reportar irregularidades en la conducción, llamando a la línea gratuita #767 del Ministerio de Transporte. Creo que pocos se han tomado la molestia de hacer estos reportes, porque como sucede con la mayoría de líneas de atención al cliente, esta tampoco sirve para nada: su número de teléfono por favor, desde donde nos llama, cuál es su nombre, documento de identidad, estado civil, grado de estudio, dónde trabaja, tipo de sangre, casa propia o alquilada, el nombre de un familiar, qué desayuna habitualmente, ingiere licor, cigarrillo, credo religioso, etc, etc, etc, y después de responder el eterno cuestionario, ¿cuál es su queja? Uno ya abrumado y con dudas del destino de la llamada, de si hubiera sido mejor quedarse en silencio con el dolor de cuello que surgió después del frenazo, atina a poner la queja: “señorita (ojalá esto no la ofenda), es que voy en un bus…algo psicoanalítica la cosa, una especie de catarsis, y de pronto un frenón peor que el del bus: esa queja tiene que ponerla en la Secretaría de Tránsito de su ciudad, aquí no recibimos sino las quejas del transporte intermunicipal.

¿Entonces para qué diablos los buses urbanos de Medellín y los taxis tienen ese letrerito? La verdad es que el Ministerio de Transporte es una entidad que parece no tiene muy claras sus funciones así la constitución y el decreto 087 de 2011 lo expresen de manera taxativa. A él por ejemplo están adscritas entidades como INVIAS, la agencia Nacional de Infraestructura (ANI), la Aeronáutica civil y la Supertransporte, pero a ninguna se le ve un trabajo que justifique la existencia del Ministerio. El transporte en Colombia con contadas excepciones es completamente desordenado: las aerolíneas hacen con los usuarios lo que les provoca, el trasporte marítimo y fluvial no tiene dios ni ley y el urbano es completamente caótico, incluso en ciudades como Bogotá. A tal desgreño e inoperancia llega ese Ministerio que un asunto como la aplicación digital “Uber” que a un gobierno serio no tendría porque retarlo, ha hecho el lanzamiento de sus servicios ilegales con bombos y platillos en la segunda ciudad del país, Medellín y el ministerio, junto con la “brillante” y eficiente Secretaría de Tránsito de la ciudad (que debería llamarse Secretaría de cámaras y fotomultas), sólo han atinado a mandar amenazas.

Triste panorama el del transporte colombiano sobretodo y además cuando las funciones del Ministerio, perdidas en la nebulosa de la burocracia, han sido asumidas por el próximo presidente de Colombia: Germán Vargas Lleras.

Artículo anterior
Artículo siguiente
Adolfo Ospina
Licenciado en Educación Español y Literatura de U de A, apareció hace unos 4 años a este proyecto. Especialista en pedagogía de la lengua escrita de la Universidad Santo Tomás, Ambientalista y defensor de los derechos de los animales, peor que Vallejo.