Eran los días del fútbol de calle, de las pelotas de carey y los arcos con piedras, de los vidrios quebrados y los vecinos enojados, del barrio… de la escuela pública y de caminar hasta ella en grupo con los amigos que uno a uno se iban sumando a la oleada langostina de niños que tocaban timbres, tiraban piedras y corrían casi que despiadadamente. Eran los días sin televisor, y en su lugar, no reemplazándolo, de la radio.
Mi generación se crio en torno a un radio. Kaliman (-Serenidad y paciencia Solin, mucha paciencia), la ley contra el hampa, solución a su problema, el santo rosario, entre muchos otros fueron los programas radiales que acompañaron gran parte de nuestra infancia y adolescencia.
Hoy, en los días del correo electrónico, de las redes sociales, del satélite, de las microondas, la radio vive e igual o más vigente que antes, más enriquecida, más interactiva. Se las ha arreglado para convertirse en la compañera inseparable de las nuevas soledades postmodernas.
En esa búsqueda, por fortuna hasta el momento interminable, recorrí la regleta del dial buscando llenar esa necesidad de información. Dejé el seseo enjuiciador de Darío en conjunto con la chabacanería ramplona de Cesar Augusto, pasé por el lado del arribismo descalificador de Julio y de los buenos modales de Albertico sin pedir permiso, preferí desconocer el numeral indicativo de la uribista Vicky y me detuve expectante en los 97.9 de la frecuencia modulada en “Blu Radio, la nueva alternativa”.
El formato es bien llamativo, la noticia es publicada y luego con entrevistas (no se puede desconocer que pese al intento son a conveniencia), se profundiza y se hace un análisis bajo el ojo escrutador de especialistas politólogos y abogados, ex ministros y ex magistrados, todos bajo la tutela de Néstor Morales.
Desde mi llegada noté un tinte de machismo, una mujer hacía parte del grupo de panelistas y una de los periodistas, pero difícilmente sus opiniones eran escuchadas. De hecho supe tiempo después que Laura Gil, quien hiciera parte del equipo en 2013, había renunciado por una discusión con el segundo al mando, Felipe Zuleta (en mi concepto el pensamiento más liberal del equipo), discusión que, parece ser se centró en el machismo del grupo.
La Paloma voló para el congreso y en su reemplazo llegó una mujer realmente sabia, la politóloga, Sandra Borja, quien ha sufrido también de la discriminación sexual que se evidencia en el panel.
Pero no sólo con “ellas” hay discriminación, es realmente patética la forma en que es tratado el pensamiento que no es de derecha, que no hace eco del pensamiento ideológico que representa la emisora. Hablo del trato al que es sometido el panelista Aurelio Suárez, nunca desconoceré que su discurso parece suspendido en el tiempo, pero eso no justifica que sea silenciado y peor aún descalificado por los representantes de la derecha que imperan en el programa.
Está bien uno tener que aguantarse a Juan Lozano, quien como San Pedro, hoy niega a su mentor Álvaro Uribe, producto de su amnesia conveniente, también ha olvidado que hizo parte de su equipo de trabajo como ministro.
Pero de ahí a escuchar a Nicolás Uribe, hay un trecho largo. Aguanté. Con dificultad escuchaba sus desafortunadas participaciones, que normalmente chocaban con las de Sandra y Aurelio. Bueno me dije, hay que darle espacio a todas las vertientes ideológicas. Pero llegó el límite, no creí que pudiera existir un personaje que hiciera que retornara a la perilla de control con la que se cambia de dial, pero llegó.
Luis Guillermo, no tiene medida, es completamente terco y sus participaciones son por decir lo menos ofensivas para las personas que compartimos un pensamiento diferente, el mismo Nicolás, que está en la misma orilla con él, ha sido víctima de sus participaciones amañadas y sectarias, lo peor es que existe una especie de contubernio, si cabe la palabra, con el director del programa, lo que significa más tiempo al aire para sus exposiciones.
Sí, creí que me quedaría más tiempo en “la nueva alternativa”, pero no, volví a mirar la regleta numérica del dial, buscando una emisora que por lo menos no sea tan fiel al pensamiento del grupo económico del que hace parte, que permita la expresión del pensamiento diferente.
Seguiré con mis audífonos al oído, en compañía de la radio, esa fiel amiga que está a mi lado en los eternos tacos que hoy vive Medellín, no es culpable ella de la profanación que algunos personajes le hacen en nombre de la libertad de expresión.