Seguridad, seguridad, seguridad, jornada única, ¡con almuerzo incluido!, ampliación del Metro en no sé cuántos kilómetros, internacionalización de la ciudad y otra sarta de irrealidades se proponen.
La actual contienda electoral en Medellín mostró la falta de imaginación de los candidatos y la realidad de lo que se le espera a una ciudad ajena a sus habitantes, inflada en el ego desproporcionado alimentado por la megalomanía de los últimos dirigentes que en publicidad han gastado enormes sumas de dinero.
Las campañas de hace 8 y 4 años se caracterizaron por centrarse en los ataques y ofensas de unos contra otros, fotos iban y venían, denuncias armadas en los medios de comunicación se ponían a sonar y al final quien más campaña negra hizo se ganó la Alcaldía.
En la actual ni eso se ha visto, la campaña se ha centrado en repetir y repetir lo mismo, en imitar figuras electoreras, las dueñas de los votos, bien en el discurso, bien en la pinta, en el motilado y en el hablar y a la hora de proponer aparecen las encuestas que, como en botica, hay como usted la quiera: con mucha diferencia, sin ella; de primero o de segundo, escogemos al que deba ir de último y en fin, ¿cómo la necesita?
Los medios de comunicación han hecho su agosto no sólo mostrando las encuestas sino “analizándolas”, siempre a conveniencia del patrocinador, o en el argot ciclístico –muchas gracias a mi patrocinador, sin ellos no estaría aquí.
De los debates, mejor no debatir, vacíos y aburridores, direccionados específicamente para la conveniencia de un candidato. Circunloquios infinitos, sin poesía, sin fondo, sin forma.
Mientras los electores hacemos de idiotas útiles. Les creemos a todos, a las encuestas, a los candidatos, a los análisis. Pero cómo más votar, sino no hay nada que nos dé luces sobre lo más conveniente para la ciudad, si el discurso de los candidatos se acaba en cinco minutos en los que no dijo absolutamente nada, “quitaré las fotodetenciones”, “haré que en el metro todos viajen sentados”, los habitantes de la ciudad caminaremos seguros” (¿ya les preguntaron a los combos?).
Ay Medellín, “ciudad (de) suelo adolorido”, quisiera decir como lo hicieron en algún momento los pasajeros “no todo está perdido”, pero es imposible mantener la esperanza con un panorama tan desolador como el presente.