Cuando, en reversa, salíamos del parqueadero, una motocicleta de la policía paró exactamente detrás del carro, mi compañera frenó, asomó la cabeza por la ventanilla y le pidió el favor al policía que aún estaba sobre la moto con el motor encendido que se corriera un poco, “tranquila mi amor, ahí sale”, le dijo el agente. Ella, que dudó de la respuesta, dio marcha adelante para buscar salir sin generar un accidente.
Dos cuadras más adelante, en los alrededores del Centro Comercial Almacentro, una motocicleta de la policía se nos acercaba por detrás y junto al sonido del pito el conductor nos hacía señas de que nos detuviéramos. Eran los mismos que un par de minutos atrás, habían puesto a mi compañera en aprietos para salir del estacionamiento.
– Por qué esperaron a que estuviéramos por acá para detenernos (eran las 11:00 pm) dije. -Los podemos detener donde queramos, -respondió uno de ellos-, es que parece que su esposa no sabe manejar, atinó a decir. La discusión entre ellos y yo continuó, no vale la pena describirla, pero como usted, amigo lector, yo me imaginé lo mismo.
El accionar de estos agentes me llevó a pensar en el nuevo código de policía y lo riesgoso que en un momento determinado puede ser. Reconozco que mi tono no fue el mejor cuando me dirigí a ellos, pero me pareció, por decir lo menos desafortunado escuchar que nos habían seguido y detenido porque parecía que mi compañera no tuviera licencia de conducción y querían evitar un accidente. ¿Por qué entonces nos dejaron salir del estacionamiento?
Supongo entonces que cuando empiece a imperar el nuevo código, los agentes preferirán esperar que el perro haga sus necesidades y que el dueño no las recoja, para evitar… que perseguir delincuentes realmente peligrosos para la sociedad.
Y es que el nuevo código de policía, además de ponerle funciones de más a la autoridad, la enviste de unas atribuciones que rayan con la violación de los derechos de los ciudadanos.
Lo peor es que con él lo que pretenden los legisladores y el gobierno es cubrir la incapacidad de generar una sociedad justa y respetuosa a partir de la educación. Evidencia el articulado del nuevo código de policía que las políticas educativas colombianas no han contribuido en nada a la generación de una sociedad respetuosa y tolerante y que la alharaca hecha por Gina Parody no es más que eso, un escándalo injustificado e infructuoso.
La educación colombiana ha olvidado su principal objetivo, generar personas respetuosas, una sociedad capaz de pensar en el otro y de solucionar los conflictos sin la necesidad de llegar a las armas.
Para los yupis sabios, que se han encargado de pontificar desde el altar de la teoría, en donde son expertos, lo importante de la educación colombiana es que seamos capaces, como sociedad, de teclear rápido una clave en un cajero, o de hablar inglés, así sea mal, o de resolver complejas ecuaciones algebraicas y no que entendamos la necesidad de tener un comportamiento social ético.
Un comportamiento respetuoso del otro debería ser el espíritu de la educación colombiana, sobre todo en la era del posconflicto. Que yo recoja las heces de mi mascota, que oiga con volumen moderado la música, que le hable con respeto a la autoridad, solo por hecho de que eso sea, que no entre sin pagar a los sistemas de transporte masivo y demás, no debe depender de la cercanía o no de un policía, y mucho de menos de la posibilidad de una sanción, (no social sino económica) debe depender de una sociedad que valore al otro como parte fundamental de ella, y esto sólo se logra en el entendido de que sea la educación la que genere dinámicas de respeto entre los cohabitantes de la Nación.
Desafortunadamente la tendencia en Colombia es la de crear leyes coercitivas y sancionatorias y no preventivas o educativas. Esperemos que este nuevo código de policía no sea un nuevo generador de corrupción y una excusa más para la, en algunos casos, inoperancia policial.