Por: Héctor Hernán Gallego Rodríguez. “El jardín Cerrado” Guatapé.
Grandes son los signos de pobreza, y de riqueza con los cuales los pintores del renacimiento ilustraron el advenimiento del “Niño Estrella”. De un lado la pobreza de “La Sagrada Familia” y del otro el fasto y riqueza de los magos astrólogos que desde la lejana Ur de Caldea, llegaron a testificar el nacimiento regio. El que el “Emanuel preclaro” haya nacido en un “pesebre” lo dignifica, además exalta un reino tan vilipendiado como lo es el del reino animal.
En tierras de Palestina el denominado “establo”, “el pesebre”; lugar donde bajo el rigor del invierno suelen pasar los animales bajo cubierto, son construcciones en piedra, de amplitud y temperatura agradables, incluso allí donde el frío de la pobreza caldea los huesos de sus propietarios. El hecho que “el Salvador” del mundo hubiese nacido allí, habla más a su favor que en contra de la desidia, negligencia o rechazo de las buenas gentes de Belén. Un ambiente quizás no digno para un monarca, pero sí para un hombre soberano que pregonó como estilo de vida la sencillez. Un Han-Shan o un Shi-Te, esos andrajosos monjes del budismo Zen, que barrían los templos de los monasterios por un plato de comida lo hubieran considerado un palacio. Creo que tampoco hubiera disgustado a Heráclito el “oscuro” quien molesto por la ignorancia de sus conciudadanos desdeño regir el reino.
¿Cómo congeniar lo aprendido en iglesias, en escuelas, en colegios, en los textos académicos, con lo espurio, con la tradición oral, con lo denominado texto apócrifo? ¿Hasta dónde ha de detenerse la lectura literal e iniciarse la metafórica? Los Reyes Magos, si nos atenemos a las representaciones pictóricas debieron nadar en la riqueza, y el oro que uno de los reyes depositó a los pies del niño no debió ser escaso.
Michel Tournier nos trae la bella historia de “El Cuarto Rey Mago” que no se registra en los cánones romanos, pero que vivifica la espiritualidad y tradición ortodoxa de los pueblos orientales. Este cuarto Rey Mago siempre anduvo tras la figura de Jesús, aunque no llegó a contemplar su rostro, buscaba el alimento esencial. Se cuentan maravillas sobre él, tanto en Belén donde asistió poco antes de “la matanza de los inocentes” como en las minas de sal cercanas al Mar Muerto, donde purgó una condena de treinta años; de allí salió impedido físicamente, casi ciego; alcanzó poco después, el lugar donde el “nazareno” celebró la última cena. Ya la sala del banquete estaba desierta, unas pocas sobras de pan y vino yacían sobre la mesa, a tientas, se acercó a la mesa llevó el ansiado manjar a la boca, paladeó el alimento esencial; la dicha se hizo agua en su boca, su frágil cuerpo no soportó el peso, tropezó con el bajo vano de la ventana y cayó al vacío. La última cena había sido en un segundo piso. Hasta allí llevó su vida, allí acabo su búsqueda. Fue el primero de los gentiles que Comulgó; así lo celebra la tradición ortodoxa basada más en la espiritualidad que en la letra.
Feliz día de Reyes