Triste futuro el de la media Colombia olvidada, si su apuesta para el desarrollo es el turismo. Esta industria es perversa: irrespeta, destruye y enajena, crea vicios como la mendicidad y genera comparaciones de estilos de vida insalvables. La ministra de Industria y Comercio, pone como ejemplo de turismo autosostenible el municipio de la Macarena y su espectacular caño, olvida María Claudia que ya a finales del año anterior (solo 10 años después de la sangrienta arremetida militar que desplazó de ese territorio a las FARC y que permite que hoy ese paraje fantástico sea ofrecido), las visitas al río más lindo del mundo fueron suspendidas por ausencia de lluvias que hicieran florecer las Macarenias Clavígeras, plantas que le dan los colores al fondo de Caño Cristales.
Olvida la Ministra, que para ingresar al Río de los 7 colores, con el fin de mantenerlo, está prohibido el uso de desodorantes, bloqueadores solares y repelentes, ¿cuántos cumplen la prohibición? Pero además de la destrucción de los sitios mencionados tan sensiblemente por Julito, el turismo propuesto por Lacouture, enajena por completo la tierra de sus naturales, entre los que me incluyo.
A comienzos de siglo, tuve la oportunidad de visitar la isla Gorgona. Esta maravilla de la naturaleza empezaba su transición de cárcel a santuario, era administrada por una Unidad Especial Administrativa del ministerio de ambiente y la infraestructura existente había sido acondicionada para la acogida de turistas. La experiencia inolvidable. Quise volver, no sé a gracia de cuál ministro la explotación turística de ese parque natural (y de muchos), había sido otorgada a la empresa AVIATUR, que hizo el acceso económicamente inalcanzable para ciudadanos promedio como yo y muchos de los colombianos.
Olvida la ministra que gran parte de esos santuarios naturales hacen parte de comunidades indígenas o afrodescendientes que han sido estigmatizadas y discriminadas y a las cuales un choque intercultural les generaría más problemas que soluciones, sobre todo si dicho intercambio cultural tiene como único fin el económico, que es lo pretendido por su ministerio.
En esa época en la que por la impertinencia de la juventud decidí recorrer paisajes de Colombia desconocidos, de difícil acceso, pude ir a Nuquí, otro de esos sitios extraordinariamente bellos de nuestra Colombia, allí entendí la idiosincrasia de sus habitantes, pero tristemente también la del empresario turístico. Sólo una empresa turística operaba esa zona del occidente colombiano, fue triste ver como los paseantes eran conducidos del potrero que hacía las veces de pista de aterrizaje al hotel, y de allí a los diversos tures, manteniéndolos aislados de los nativos, que paradójicamente veían como las riquezas obtenidas con sus pasajes hermosos, salían de la misma manera que los turistas.
Si la apuesta para el desarrollo de aquella Colombia olvidada es el turismo, los hermosos parques naturales no quedarán sino en la memoria de unos pocos que pudieron verlos, en las miles de fotografías tomadas por intrépidos fotógrafos y en la grabación absolutamente emocionante que alguna vez hiciera Julito.