Me declaro abstencionista. Hace mucho tiempo que opté por no participar más en las pantomimas electorales. Hace mucho tiempo que me decepcioné del sistema democrático en general y particularmente del existente en Colombia. Y no me abstengo por indiferente, ni mucho menos, soy consciente de que los abstencionistas somos la gran mayoría que bien canalizada, podríamos generar un verdadero cambio.
Me declaro abstencionista, y aunque opino de política, critico decisiones gubernamentales (la opción del diablo), día a día ratifico más mi posición. Un país, que se vanagloria de ser una democracia fuerte no puede contar en su historia con un episodio tan vulgar como el denominado “Frente Nacional”, el contubernio más aberrante entre rojos y azules para repartirse el país y que en el presente, al contrario de reflexionar sobre él para evitarlo, se generen pequeños conatos para avivarlo como la Unidad Nacional, alimentados por sus protagonistas, bien en cabeza de los mismos, bien en la de sus descendientes, ratifica mi posición.
Me declaro abstencionista. Me duele hacer parte de un sistema electoral basado en la corrupción, la subasta del país a los extranjeros, la exclusión y la eliminación sistemática del “otro”, como sucedió con la U.P., un sistema que estimula y premia la filosofía de la veleta y castiga las ideologías.
Me declaro abstencionista y más hoy cuando por gracia de no sé cuál de los mismos, seguramente intranquilo por la peligrosa desazón que han generado los últimos escándalos, recomienda una reforma electoral que iguala o empeora lo que tenemos.
La ampliación del Congreso, la institución más desacreditada en Colombia y la creación de un nuevo órgano regulador del sistema electoral, que se materializa en más ineficaz burocracia, hacen que se vea, sin necesidad de mirar a profundidad, la esencia de la reforma.
Complementa la propuesta de reforma electoral volver obligatorio el voto. Una democracia, que con esta propuesta se demuestra débil y temerosa, no puede buscar apuntalarse en la contradicción de la negación del derecho, en otras palabras, votar es una opción, no una obligación.
La propuesta de reforma política en resumen, muestra la necesidad de perpetuar el sistema existente: ampliación de la corrupción, exclusión del contradictor y violación de los derechos.
Esta declaratoria es la invitación para que los abstencionistas no desaparezcamos, porque como sucedió con la U.P. tendemos a ser eliminados, no por las balas, pero sí mediante artimañas legales.