viernes, julio 26, 2024

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“BUEN OLD PARR”

Cuando estaba convencido que la solución para los problemas del país era la actividad política tuve la oportunidad de presenciar una escena que me puso a dudar sobre esa alternativa.

Está claro, la política no es el problema, sino la mayoría de los actores de la política: los políticos y los empresarios que quieren engullirse la “torta estatal”. Ahora entiendo perfectamente el contenido filosófico de alias “El Mono Jojoy” cuando advirtió metafóricamente que “a todos los políticos hay que matarlos”…

En una campaña en la década de los 90, dos caciques electorales del Partido XY no podían verse ni en pintura. Públicamente los ataques mutuos eran casi a muerte, se decían de todo y se mostraban los dientes a través de la prensa local y regional.

Siendo un primíparo reportero de grabadora de pilas doble A y casete grande fui enviado a cubrir un evento, un tablado en una cancha polideportiva del barrio Buenos Aires.

Estaba dichoso debido a que en esa reunión masiva bastante popular con unas dos mil personas a bordo me encontraría con esos dos grandes políticos que enfrentaban asperezas en cualquier oportunidad sin importar espacio y tiempo. Una buena noticia obtendría, pensé…

Desde esa noche de viernes padezco desprendimiento de retina por las imágenes de ese momento en el que supe que la actividad política es una farsa y los pocos que pretenden hacer algo diferente son demolidos por el sistema.

Cuando llegué al tablado pude observar a los dos grandes políticos de directorio casi abrazados y compartiendo la euforia del OLD PARR en una sola botella desechable de agua en la que sus asistentes habían vaciado el fino néctar para gusto de los jefes. Se me cayó tanto el carriel que ni al municipio de Jericó regresé por uno. A partir de ese momento dudo hasta de mi propia sombra.

Veinte años después de estar escribiendo pendejadas de políticos nada asombra y lo único que me aturde es cuando se me va la mano en la yerba. En repetidas ocasiones he manifestado que entre políticos y periodistas no existen amigos ni enemigos y la verdad me quedé corto con ese argumento, porque entre políticos y políticos tampoco existen amigos y enemigos, sólo políticos.

Los acercamientos entre los grupos políticos del concejal Fabio Humberto Rivera y el Director del Área Metropolitana del Valle de Aburrá, Eugenio Prieto Soto van por buen camino para enfrentar las elecciones parlamentarias del próximo año. Sin embargo, hay detallitos y ofertas que deben afinarse para que la posible alianza sea una de las ganadoras en marzo de 2018.

Los amigos del grupo de Eugenio Prieto Soto están analizando la posibilidad de definir un buen candidato al Senado de la República que, si se llega a un acuerdo estará entre el exconcejal Carlos Mario “El Flaco” Mejía y el exsecretario de Movilidad de Medellín, Omar Hoyos Agudelo, quien hace parte del grupo de Fabio Rivera. Hasta acá todo normalito, serenito y sin afujias…

El asunto es que la gente de Prieto Soto adelanta conversaciones no sólo con el actual representante liberal Oscar Hurtado, sino también con el otro integrante de la Cámara Baja, Julián Bedoya.

Sin cuestionamientos y sin rencores Eugenio y Julián dan ejemplo de reconciliación a los colombianos. En los últimos meses en los que Eugenio se desempeñó como senador tuvo uno de los “bonches” más sonados de la comarca por la sencilla razón que Julián Bedoya, que logró en su momento llegar a la Diputación de Antioquia con la ayuda del actual Director del Área le sacó las uñas y literalmente lo mando a cenar heces fecales para formar dupla y fortalecerse con la ayuda del exdiputado y exsecretario de despacho Adolfo León Palacio Sánchez.

Perdón y olvido entre Prieto y Bedoya es otra evidencia que la conciliación es el camino y que el diálogo y el consenso son las mejores herramientas para la sana convivencia. Ahora que tengan o no buenos resultados electorales, eso lo veremos en marzo del año entrante…

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Ruben Benjumea
Soy periodista por vicio y bloguero por pasión y necesidad. Estamos fortaleciendo otra forma de hacer periodismo independiente, sin mucha censura, con miedo a las balas perdidas, pero sin cobardía.