Para nadie es un secreto que en un país tercermundista como Colombia existen ciudadanos de primera, segunda y hasta de quinta.
A esa conclusión es fácil llegar cuando muchos «adinerados» o integrantes del gobierno y el parlamento no logran sus intenciones. ¿Usted no sabe quién soy yo?, se les escucha decir a muchos padres de la patria y a empresarios cuando la plebe les exige, por lo menos, acatar las normas…
¿Usted no sabe quién soy yo?, que bella premisa para aquellos egresados de universidades criollas que se creen graduados en Oxford o Cambridge o para quienes aspiran y sueñan con Louis Vuitton, Guess, Versace o Armani, porque sólo les alcanza para Arthur Street, Costa Azul o Toto. También existen aquellas que prefieren un yate privado en el mediterráneo pero el monedero sólo alcanza para un planchón en el Magdalena…
De regreso en Medellín pasé el primer puente festivo del mes de julio en casa, descansando, viendo televisión, Netflix y jugando raskinball. El lunes en la tarde canaliando con el pulgar derecho me tropecé con la babosa.
Estaba el humorista de María Inés, el de Tutucán, quien posteriormente se convertiría junto a Carvajal en los principales bufones de la corte, están en su derecho porque lo mejor de la rosca es estar en ella. Admito que ambos personajes me agradan. El primero porque tiene una que otra rutina que hace reír, así maltrate el lenguaje con su «ese» inadvertida que entromete en cada palabra; y el segundo, el segundo, tiene los ojos chiquitos…
El día de la luna festiva, Sergio Fajardo con su carisma de plutócrata fue el invitado a esa televisora, forzado, soberbio y sobrador con su permanente disfraz de profesor de suéter y camisa blanca que se remanga para evitar ensuciarse de tiza.
Esa postura, la de ese personaje, hizo recordar la primera y última visita al Museo de Momias de Guanajuato en donde se evidencia que al final la “humanidad” se mide con el mismo rasero. Así no más, si estamos de buenas, yo, tú y él, quedaremos en una foto para dejarle algo a la historia…