jueves, marzo 28, 2024

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EL QUE NO ESTÁ CONMIGO


Haciendo caso omiso del pintoresco y latinoamericano suceso de la niña Frida Sofía en la tragedia mexicana, que dicho sea de paso dejó por enésima vez muy mal parados a los medios de comunicación y puso de nuevo sobre la mesa la discusión de la ética de estos, la lección de organización civil y solidaridad que nos dio el pueblo de México es asombrosa y envidiable.

Mientras en el país del norte, sumido en el dolor, la tristeza y el desasosiego, la solidaridad es un principio civil y se evidenció desde el primer momento sin el llamado lastimero del gobierno, en Colombia para nuestra tristeza, es un asunto moral, regido directamente desde la religión y como tal completamente volátil y amañado.

El pasado miércoles 19 de septiembre en la esquina de la calle 73 con carrera 51, donde desde hace cerca de un mes un grupo grande de taxistas se reúne a “liquidar”; un hombre de aproximadamente 30 años era golpeado y expulsado de la manada, paradójicamente el sujeto no se defendía y tampoco atinaba a retirarse para evitar la golpiza. Uno a uno le arrojaban puñetazos, patadas e improperios, todo esto bajo la mirada envidiosa de muchos, despreocupada de la gran mayoría e indignada pero temerosa de unos pocos.

El suceso trajo a mi memoria una calcomanía muy acostumbrada en los vehículos de servicio público colectivo que grafica a un ratoncito atrapado de su parte superior del cuerpo por una cruel ratonera y con su cola levantada, mientras una fila también de ratones se dispone a violarlo.

Radicalizada como está, nuestra sociedad ha caído en un abismo de egoísmo, exclusión y oportunismo, la brecha social es cada vez más marcada y se vuelve consigna aquello de que “el que no está conmigo está contra mí”.

Excusados por la inoperancia del Estado, hemos tomado la justicia por nuestra cuenta, justificando actos crueles y humillantes contra el que, por algún motivo, no coincide o aplaude nuestros regentes valores.

En los tiempos del posconflicto la actitud se ha radicalizado, la esposa del Senador Luis Alfredo Ramos Maya, se sintió humillada y en peligro porque un hombre que compartía el avión en que se desplazaba, tenía puesta una gorra verde militar como la que traía vestida Fidel Castro, para la señora “de bien”, era altamente preocupante compartir vuelo con un guerrillero.

La esposa de Ramos, cuyo suegro está acusado de paramilitarismo, se defendió publicando en redes una serie de insultos y vejámenes contra su compañero de viaje. Pronto tuvo que rectificar la dama, al darse cuenta de lo equivocada que estaba.
Estos dos ejemplos, que no nuevos, son representación fiel de la Colombia de hoy, esa Colombia que ha dado un paso gigante para el cambio, pero a la que parece día a día le ponemos obstáculos y zancadillas para evitar que continúe su camino hacia el cambio.


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Adolfo Ospina
Licenciado en Educación Español y Literatura de U de A, apareció hace unos 4 años a este proyecto. Especialista en pedagogía de la lengua escrita de la Universidad Santo Tomás, Ambientalista y defensor de los derechos de los animales, peor que Vallejo.