viernes, julio 26, 2024

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FALSA RED


En tiempo de la posverdad y especialmente cuando en Colombia se encuentra en elecciones para Congreso y Presidencia de la República, es necesario hacer conciencia del papel de las redes sociales y el efecto que producen en el ciudadano promedio. Qué es verdad, qué es mentira…

LA FÁBRICA DE SEGUIDORES

La verdadera Jessica Rychly es una adolescente de Minnesota que tiene una amplia sonrisa y el cabello ondulado. Le gusta leer y escuchar las canciones del rapero Post Malone. Cuando usa Facebook o Twitter, a veces comenta sobre las cosas que la aburren o hace bromas con sus amigos. Ocasionalmente, como muchos adolescentes y jóvenes, publica una selfi.

Pero en Twitter existe una versión de Jessica que ninguno de sus amigos o familiares podría reconocer. Aunque las dos cuentas comparten su nombre, retrato y la misma biografía de una sola línea (“Tengo problemas”), la otra Jessica ha promocionado cuentas de inversiones inmobiliarias canadienses, criptomonedas y una estación de radio en Ghana. La cuenta falsa siguió o retuiteó cuentas en árabe e indonesio, idiomas que Jessica no habla. Mientras ella tenía 17 años y estaba en el último año del colegio, su contraparte falsa frecuentemente promovía pornografía gráfica, al retuitear cuentas como Squirtamania y Porno Dan.

Todas esas cuentas pertenecen a clientes de una oscura empresa estadounidense llamada Devumi que ha recaudado millones de dólares en el mercado global del fraude en las redes sociales. Devumi vende seguidores de Twitter y retuits a celebridades, negocios y cualquier persona que quiera ser más popular o ejercer influencia en internet. Usando un conjunto de al menos 3,5 millones de cuentas automatizadas —cada una de ellas ha sido vendida muchas veces— la compañía le ha proporcionado a sus clientes más de 200 millones de seguidores en Twitter, según reveló una investigación de The New York Times. Seguir leyendo…


Ruben Benjumea
Soy periodista por vicio y bloguero por pasión y necesidad. Estamos fortaleciendo otra forma de hacer periodismo independiente, sin mucha censura, con miedo a las balas perdidas, pero sin cobardía.