jueves, diciembre 5, 2024

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DESPACITO

Hace 70 años Colombia era pública. La salud lo era, la educación superior lo era, los servicios públicos de acueducto, alcantarillado y telecomunicaciones lo eran, incluso la banca, el servicio símbolo del capital privado tenía gran parte de pública, son muchas las casas compradas por nuestros padres y abuelos con préstamos del BCH, que era público. El transporte era subsidiado con una relación en el costo del pasaje de uno a dos (cuando se privatiza por completo este servicio).

Con el cambio del orden mundial y el fortalecimiento del neoliberalismo como política económica, lo público empieza a desaparecer, las entidades financieras y las empresas de telecomunicaciones fueron vendidas al capital privado, con el argumento, completamente discutible, de que arrojaban pérdidas. La salud, y en general el sistema de seguridad social también es cedido a los privados.

Todos los procesos de privatización, por lo menos en nuestro país, han tenido origen en la generada percepción de la mala prestación del servicio de la entidad pública o el negativo índice contable arrojado en cada anualidad, demostrando con el tiempo lo rentable que era o podía ser la empresa vendida.

Uno de los procesos más recientes de privatización tiene que ver con la empresa de telefonía Une telecomunicaciones, encargada de ofertar el servicio de telefonía fija y televisión por cable y que hacía parte de las Empresas Públicas de Medellín (ya se venía venir lo que hoy se da).

En una negociación bastante “extraña”, por ser bondadoso en el uso del adjetivo, y argumentado la baja rentabilidad de la Empresa, el estancamiento tecnológico y su inviabilidad y el estar cooptada por la politiquería, UNE fue vendida, ya hoy vemos lo que es en unión con la empresa que la compró.

Actualmente, después de una serie de inversiones harto dudosas, con por lo menos decenas de denuncias sobre lo irregulares de ellas y de una tragedia social, ambiental y económica de mayores proporciones, empieza a generarse el ruido sobre la joya de la corona de las empresas públicas, EPM. Que necesita capitalizarse, que hay que vender lo que no es rentable, que los seguros no van a cubrir la tragedia, que esto y que lo otro, son los ruidos que se generaron con Telecom, con el ISS, con UNE… con todas para abonar el terreno de la privatización.

El vergonzoso espectáculo del polígrafo, la absurda defensa de EPM con relación a la tragedia de Hidroituango, y la búsqueda de silenciar a cualquier costo a quienes han contradicho la gerencia de la Empresa, solamente dejan sinsabor en los medellinenses y un temor desmesurado por la, en principio, evidente venta de la empresa de todos.

Sea este el momento para que Federico Gutiérrez, alcalde del dueño de la empresa y por ende máxima cabeza de la Junta Directiva, salga a aclarar con hechos ciertos y demostrables la verdadera condición de EPM y aproveche su enorme favorabilidad ante el electorado para apaciguar la aguas que en avalancha parece le abrieran el camino a la evidente privatización de la una de las empresas más importantes del país.

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Adolfo Ospina
Licenciado en Educación Español y Literatura de U de A, apareció hace unos 4 años a este proyecto. Especialista en pedagogía de la lengua escrita de la Universidad Santo Tomás, Ambientalista y defensor de los derechos de los animales, peor que Vallejo.