En la historia reciente de Medellín no se había visto un nivel tan bajo y pueril de discusión en torno a un tema de actualidad, problemático tan solo en apariencia, como la constitución de una veeduría ciudadana. Se trata de un nivel pobre porque se ha reducido a un tema de “los buenos y los malos” de la película, y el asunto no debería ser tan problemático porque las intenciones de las personas interesadas en ejercer un derecho como el de vigilar al poder político, en nada desnaturalizan o afectan tal derecho.
La agenda pública de la ciudad ha caído al pobre nivel de las redes sociales del alcalde y sus empleados y contratistas, pues ahora parece que lo importante son los memes y las declaraciones insustanciales de “navegar entre fuerzas oscuras” como si el gobierno de una ciudad de esta categoría fuera una especie de juego de adolescentes en el que se emprende algún tipo de cruzada en contra de la oscuridad y de sus “cibermilitantes”.
¿Dónde están los buenos, y dónde los malos? Comencemos por el gobierno, que se autoproclama falsamente como “alternativo”, aun cuando se mueve bajo las mismas lógicas de los gobiernos nacionales de derecha recientes, incluyendo las de su nuevo mejor enemigo, Álvaro Uribe, por quien apenas hace días el alcalde expresaba “solidaridad” y ahora sus rémoras no dejan de recordarle su condición de privado de la libertad.
Esas lógicas de gobierno son esencialmente las del autoritarismo que se revelan en políticas como el uso desproporcionado del ESMAD en las universidades públicas; la militarización de barrios pobres bajo el ridículo pretexto del “cerco epidemiológico”; la vigilancia injustificada de los ciudadanos, especialmente opositores; el decisionismo arbitrario en el manejo del patrimonio público; la estigmatización del control político y social; la violación agresiva a la libertad de prensa “incómoda”; la descalificación sistemática y abusiva del opositor, y la fantasía de considerarse una especia de Batman que no necesita más que a su Robin (secretario de gobierno) para derramar justicia, entre otros febriles brotes de improvisado totalitarismo. Quintero podrá desmarcarse ahora de Uribe por razones de conveniencia, pero el uribismo está presente en su impronta de gobernante.
Decir además que “las fuerzas oscuras” están por fuera del gobierno, es no mirar la paja que se quema en el rabo propio pues Quintero gobierna con Luis Pérez, Julián Bedoya, Gabriel Jaime Rico, Carlos Mario Montoya, Jairo Roldán, Juan Diego Gómez, el vargasllerismo y la parapolítica de Bello, bajo el padrinazgo del impresentable César Gaviria, su jefe político, y con decenas de políticos nauseabundos que no le huelen mal a pesar de que apoyaron en el pasado a los gobiernos que ahora acusan de ser los responsables de Hidroituango, y tampoco le olieron mal los concejales uribistas cuando aterrizaron pacíficamente en su coalición de gobierno.
Ahora pasemos a la veeduría. Apenas hace horas se conocieron los nombres de los que pretenden actuar como veedores, y mientras se estudia si tienen algún tipo de impedimento legal, de lo único que se puede hablar es de los que han aplaudido o incentivado públicamente la constitución de dicha veeduría, y pues allí se ven toda clase de personajes, desde los más respetables hasta los más aborrecibles. Y por supuesto que hay fuerzas oscuras allí: los culpables de Hidroituango sin duda tienen razones para aplaudir que controlen a quien se supone que los va a perseguir, y como no nos han dicho quiénes son esos culpables de Hidroituango, podríamos conceder que, sean quienes sean, indudablemente estarían a favor de la veeduría.
En esa orilla segurísimamente hay fuerzas oscuras de algún sector corrupto del gran empresariado, y de quienes han gobernado a Medellín y a Antioquia favoreciendo una indiscutible captura del Estado por parte de poderosas élites económicas y políticas que se han fortalecido a costa de lo público, algunas de las cuales no tienen problema en instalar vallas con mensajes de cuño mafioso como “lo que es con Medellín es conmigo”. Eso tampoco está en duda.
Pero la discusión no se trata de quién tiene mayor presencia de fuerzas oscuras a su alrededor, sino de hasta qué punto se pueden comparar los ciudadanos con los gobernantes, como si fueran equiparables el ejercicio de derechos y el ejercicio del poder público, o, mejor dicho, como si el gobernante tuviera alguna especie de potestad para calificar o descalificar a quienes ejercen derechos, sean quienes sean.
¿Tienen los ciudadanos algún tipo de derecho o deber que les habilite a controlar al gobernante? Por supuesto. Y se trata de un derecho que no depende de la condición del ciudadano, ni del gusto del gobernante, y que pueden ejercer sin limitación alguna incluso las personas privadas de la libertad.
¿Tiene el gobernante algún tipo de facultad que le habilite para calificar, perfilar o censurar a quien le pretenda hacer veeduría? Rotundamente no. Ni siquiera invocando su también condición de ciudadano porque en ese caso estaría ejerciendo el rol de sujeto vigilado (mandatario del poder político) que asumió la carga social y jurídica de someterse al escrutinio ciudadano.
Es por lo anterior que conviene informar al alcalde que existe un principio básico democrático -principio de legalidad- que se enseña en los primeros semestres de las facultades de Derecho pero que es de obligatorio conocimiento para todos los gobernantes, y consiste en que el ciudadano actúa bajo el principio de libertad -puede hacer lo que no le esté prohibido- mientras el Estado actúa bajo el principio de limitación -solo puede hacer lo que le esté expresamente permitido-. Es el ciudadano el que controla al poder político y no al contrario, y desde esa perspectiva Quintero está llamado a depurar su gobierno en vez de pretender depurar a quienes lo piensan controlar.
Por otra parte, ¿importan las intenciones de quien ejerce un derecho de esa naturaleza? En rigor no, porque una cosa es el hecho mismo de la veeduría y otra la persona del veedor o sus intenciones. No se puede descalificar la veeduría por el sujeto veedor como tampoco se puede descalificar el derecho al voto por quien lo ejerce o por las razones que sea que lo ejerza porque lo que verdaderamente importa es el que el ejercicio del derecho no sea abusivo, y la pura constitución de una veeduría no puede ser abusiva desde ninguna perspectiva.
Es por lo anterior que se ven entre desatinados y torpes los discursos que descalifican la simple constitución de una veeduría bajo la idea de que le respaldan viudos de poder lastimeros, poderosos empresarios y políticos responsables de saqueo a las arcas, enemigos políticos aliados que odian la transformación… el rayo «uribizador» que transmutó a amplios sectores de centro y de izquierda en uribistas, e incluso que la oposición es movida por odios y pasiones emanadas de algún nosequé desprecio a semejante revolución política que representa Quintero.
Cualquier veeduría puede ser objeto de críticas, pero estas críticas serán válidas en la medida en que se refieran a los actos que realicen los veedores, bien sea porque abusen de su derecho a obtener información, o bien sea porque realicen falsas denuncias, caso en el cual las motivaciones y los intereses de los veedores podrían cobrar algún tipo de relevancia, pero nada de ello ha ocurrido hasta ahora.
Nos tienen entonces en un debate realmente pobre, donde el propio alcalde cree que el hecho de que coincidan los intereses en hacer veeduría entre sectores del uribismo y sectores progresistas y de centro, le habilita para descalificar la iniciativa como “de Uribe”, olvidando su rol de gobernante, y olvidando por ejemplo que él mismo coincidió recientemente con Uribe en la propuesta de una Asamblea Constituyente, y entonces bajo su torpe lógica habría que concluir que esta alcaldía de Medellín es “de Uribe”.
Alcalde: usted cada día está más solo, y no porque haya un complot «castrouribista» en su contra, sino porque utilizó al empresariado de la ciudad durante el empalme de su mandato para dar la impresión de ser un gran líder, y después lo trató a las patadas sin siquiera tener individualizados a los concretos responsables de lo que les acusa. Se está quedando solo porque posó de líder alternativo para lograr el favor de sectores progresistas que ya están arrepentidos de haberlo apoyado, debido a su inocultable autoritarismo egocentrista, y se está quedando sólo porque a pocos meses de su mandato decidió quedarse con los cuestionados políticos que le acompañan ahora, pero que mañana alzarán también el vuelo porque son aves rapaces.