viernes, julio 26, 2024

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ENTRE LA LEY Y EL HONOR

La renuncia de Álvaro Uribe Vélez al Congreso de la República se debe mirar en el espacio comprendido entre la ley y el honor. La primera arista la dejaré a los expertos en el tema, que los hay de todos matices y tamaños, diestros y zurdos, amigos y contradictores, que creen que fue lo mejor o que esperan que por motivo de la renuncia llegue la Corte Penal Internacional “a por él”. Amanecerá y veremos.

En realidad, e independientemente del argumento leguleyo que se use, no deja de generar un sinsabor la renuncia en la actuales circunstancias de un hombre que en su momento intimidaba sólo con su presencia, un hombre que tuvo a gran parte del país a sus pies, muchos (no tantos vemos hoy) capaces de inmolarse en su nombre y por su honor que quedó mancillado con su renuncia. Olvidó el gran colombiano que el capitán debe hundirse con su barco así el naufragio sea culpa de Poseidón.

Las imágenes de Uribe dan grima, se ve decaído, como si todos los años que tiene le hubieran llegado de golpe de la noche a la mañana y para decorar el cuadro desgarrador, su salida del Senado, como huyendo (ojo, lo pongo de manera condicional), no hace más que demoler la imagen de ese hombronononón que nos hizo creer que era.

Pensamos que había heredado “el hacha de mis mayores”, que era la personificación del paisa que han pintado en el mundo y que no deja de ser una “pinturita” surrealista de muy mala factura.

Álvaro Uribe Vélez faltó a su palabra, dejó su honor, fue incapaz de dar la pelea en condiciones desfavorables. Su renuncia no es más que un camino fácil para huir del fantasma creado por él y que él sabe lo acompañará por el resto de su vida así la fiscalía, su fiscalía, le haga los favores requeridos. Se convirtió en el “Rosendo” de Jorge Luis Borges, al que un “naides” desenmascaró sin hacer nada.

Es tan indignante la situación de Álvaro Uribe Vélez que hasta sus ex le quedan grande, no se entiende cómo después de ocupar el primer cargo del país, de ser senador, de ser el mentor del remedo de presidente que tenemos, de haber logrado las mayorías más aplastantes en el Senado, el hombre en mención huya de su destino, del destino escogido por él mismo.

Triste fin el de un personaje que tomaba el tinto sin derramar una gota mientras montaba a caballo, que le dijo marica a un traqueto (por teléfono, pero eso cuenta), que modificó la Constitución de un país a su amaño y para su conveniencia convirtiéndolo en su finca, y que hoy esté perdiendo su poder político y echando a la basura su honor.

Adolfo Ospina
Licenciado en Educación Español y Literatura de U de A, apareció hace unos 4 años a este proyecto. Especialista en pedagogía de la lengua escrita de la Universidad Santo Tomás, Ambientalista y defensor de los derechos de los animales, peor que Vallejo.