El exministro y exsenador Horacio Serpa Uribe refrescó la memoria sobre la vida política de la década de los 90.
Recuerdo, que, como “alpujarro”, periodista de agenda bajo el sobaco y grabadora de casete chiquito, la misma que le regalé al ya difundo reportero Carlos Ariel Espejo, me mandaba mi jefe, otro muerto, Marino Restrepo, en compañía del también occiso Hernando Manrique Preciado a preguntarle sobre la agenda política nacional al hombre de enorme vibrato recién fallecido…
Con Mario Duque octogenario periodista recién ido para el cielo me iba a escucharlo. ¡Mamolaaa!, gritó el escudero Serpa Uribe cuando le preguntaron sobre la posible renuncia del cuestionado y presunto narco-presidente Ernesto Samper por estar relacionado con el cartel de traquetos de Cali que metió platica en su campaña electoral.
Del desaparecido noticiero de Ondas de la Montaña me mandaban a meterle la grabadora a Serpa en la boca. Hablaba bueno, punzante, directo. Varias veces en el Directorio Liberal de Antioquia, DLA, que orientó el nanogenario Bernardo “El Socio” Guerra Serna escuché hablar a Serpa siempre impecablemente vestido.
De traje azul petróleo, camisa azul clara y corbata roja se le veía a Serpa, quien quiso ser presidente, pero no le dio, no por incapacidad, sino por defender a Samper. Cargó un muerto que no lo dejó avanzar, el proceso 8000…
En el año de 1998, los colombianos evidenciamos otro de los hechos pedagógicos más taquilleros de la televisión colombiana después de la bajada de calzones. Como buen profesor el exrector de la Universidad Nacional Antanas Mockus utilizó a Serpa para hacerse entender sobre el significado de tolerancia.
La derrota política más grande la tuvo Horacio Serpa en Antioquia durante su segunda campaña a la Presidencia de la República en el 2002.
Serpa, de quien no sabemos si fue un buen liberal, pero si un buen orador, fue candidato a la Presidencia en fórmula vicepresidencial con el expresidente de la Corte Constitucional José Gregorio Hernández. Sus competidores fueron Álvaro Uribe, Luis Eduardo Garzón y Noemí Sanín.
En la realidad electoral de ese momento, Horacio Serpa estaba convencido que para ganar la presidencia tenía que conquistar los votos en Antioquia, una tierra más que conservadora, goda, en la que los liberales son poquitos y en donde hay que creer en los milagros del Corazón de Jesús y María Auxiliadora.
A un evento de campaña en las instalaciones del Hotel Intercontinental fui a parar, y como siempre, estaba estresado por el hecho de carecer de teléfono fijo para reportar en mi noticiero tan ínclito certamen:
En Antioquia, Horacio Serpa versus Álvaro Uribe, quien días después se convertiría en el enterrador del peor personaje que ha liderado este país en toda su historia republicana: Andrés Pastrana Arango.
En ese foro, Serpa rogó, suplicó: “antioqueños, denme la oportunidad a mí de gobernar este país”, pocos lo escucharon.
Horacio Serpa Uribe obtuvo el 32,6%, mientras el resto de ingenuos, por no saber lo que significaría, elegimos a Uribe con el 54,5% de la totalidad de la votación, sin la necesidad de segunda vuelta…