lunes, junio 23, 2025

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“UNA LÁPIDA PARA MEDELLÍN”: PETRO LEGITIMA CRIMINALES EN PLENA ALPUJARRA”

La presencia de cabecillas criminales en el evento de La Alpujarra no es un acto de paz, sino una grave amenaza simbólica para Medellín, porque si realmente se busca paz, debe construirse sobre la justicia, no sobre espectáculo político que legitima el crimen.

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Este sábado en Medellín, en una tarima en La Alpujarra, Petro convocó a un acto por la “Paz Urbana” en el que reunió a cabecillas de bandas condenados en Medellín: alias “Douglas”, “Tom”, “Lindolfo”, “Pesebre”, “Grande Pa”, “El Tigre”, “Pocho” y “Naranjo”, quienes fueron trasladados desde la cárcel de Itagüí en buses oficiales del INPEC.

Más allá de la Reforma Laboral, lo central se convirtió en esa imagen impensable: criminales en primera fila, recibiendo atención presidencial ante algunos, indígenas y antioqueños que fueron trasladados en buses al Centro Administrativo.

La reacción no se hizo esperar, Federico Gutiérrez, alcalde de Medellín, describió el acto como una auténtica amenaza institucional para la ciudad.

En su trino afirmó: “Petro nos pone la lápida” y aseguró que el presidente “se juntó con los jefes de la mafia que nosotros capturamos”. Además, responsabilizó a Petro por cualquier eventual daño a su persona, condenando la legitimación pública de figuras criminales que, según el Estado Local, continúan delinquiendo desde prisión.

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Desde el punto de vista ciudadano, el evento representa un retroceso grave, genera una sensación de impunidad que contradice los esfuerzos por fortalecer la institucionalidad y la confianza en la justicia.

Si verdaderamente se busca paz urbana, esta debe sustentarse en judicialización efectiva y programas de desarme, no en ceremonias públicas donde criminales son elevados como interlocutores legítimos ante la ciudadanía.

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Algunos defensores del gobierno argumentan que estos detenidos forman parte de una mesa de paz que ha contribuido a la reducción de homicidios en el Valle de Aburrá, y por ello merecen ser escuchados.

Sin embargo, trasladarlos para exhibirlos en el epicentro del poder cobra un costo elevado: socava la autoridad del Estado y genera alarma.

Más grave aún, envía un mensaje confuso a las víctimas y a la sociedad que lucha contra la criminalidad, el que mata, extorsiona y secuestra, sube a la tarima…

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Medellín merecía un acto de reconocimiento a sus instituciones y a la fuerza pública por su esfuerzo constante, no un escenario donde los criminales sean protagonistas.

La alcaldía rechazó la presencia de estos delincuentes como una afrenta a la democracia y una ofensa para quienes han sufrido violencia.

El gobernador Andrés Julián Rendón calificó el evento como una “humillación a las víctimas y traición al Ejército y la Policía”.

La presencia de cabecillas criminales en el evento de La Alpujarra no es un acto de paz, sino una grave amenaza simbólica para Medellín, porque si realmente se busca paz, debe construirse sobre la justicia, no sobre espectáculo político que legitima el crimen.

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Ruben Benjumea
Soy periodista por vicio y bloguero por pasión y necesidad. Estamos fortaleciendo otra forma de hacer periodismo independiente, sin mucha censura, con miedo a las balas perdidas, pero sin cobardía.