Han pasado las fiestas de navidad, final y principio de año. La ciudad vuelve a la normalidad y lo único que queda es la resaca y las deudas de los que deslumbrados por las luces y la invitación del comercio nos gastamos más de lo que podíamos. Eso queda.
Comerciar es uno de los pasatiempos de los que no salimos o salimos pero retornamos pronto a la ciudad. Los centros comerciales se atiborran de gente que miran en las vitrinas lo que el comercio nos vende como ideal de vida. Y todo lo que hay allí lo necesitamos.
Pero además de comprar un estilo de vida, el estilo de vida, comerciar (en términos de los vendedores de almacenes loliar) en Medellín llevaba consigo el ser bien atendido, el sentirse importante así fuera por el interés que el interlocutor tenía de empacarnos una venta.
Sin embargo, y fue grande la sorpresa que me llevé, el modelo de servicio al cliente en los almacenes de la ciudad ha cambiado y bastante. Así el eslogan rece que el cliente tiene la razón la realidad dista mucho de eso, las causas son variadas, pero todas apuntan a un objetivo mayúsculo: reducir costos y ampliar ganancias.
Tres de las marcas emblemáticas de Medellín han cambiado su buena atención al cliente por una que deja mucho que desear, por lo menos para los lugareños acostumbrado históricamente a la zalamería paisa. Almacenes éxito y Cueros Vélez son tiendas a las que hay que ir con toda la paciencia del caso, para entender que el número de empleados es tan reducido que no dan abasto, por otro lado pero peor que los dos primeros es almacenes Tenis, donde realmente no lo atienden a uno o si lo hacen es a regañadientes son una cantidad de empleados que demuestran la educación que les brindaron en la casa o el descontento con el salario.
Es triste ver como la modernidad, que cambia absolutamente todo, lo ha logrado incluso con las buenas costumbres. Ese valor agregado de la amabilidad paisa día a día hará parte de los empolvados anaqueles de la historia, y en su reemplazo la fría relación del intercambio comercial se abre paso.