viernes, julio 26, 2024

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EDUCACIÓN VIRTUAL

Qué enseñar, cómo evaluar, qué medio utilizar, estas y muchas preguntas más han surgido en los actuales momentos de suspensión del tiempo y así mismo un sinnúmero de expertos en educación, que nunca han dictado una clase en un séptimo o un octavo grado, han salido a responderlas por los medios de moda: teem, zoom, meet.

Las alternativas pululan desde la forma. La modernidad ha generado miles de medios para interactuar, comunicarnos en toda la extensión de la palabra, para derribar las barreras del espacio y del tiempo, para conectar un infinito mar de rutas de aprendizaje, y, en fin, para mantener el contacto, sin embargo, los expertos han olvidado la realidad de nuestro “País del Sagrado Corazón de Jesús”.

Colombia, el País que para muchos es la mejor esquina de América, que se ha desangrado en guerras fratricidas por más de 200 años y así ha mantenido riqueza para algunos, es uno de los países más desiguales del mundo y esa desigualdad se marca con mayor énfasis en la educación.

En una sociedad caracterizada por una marcada desigualdad social, donde todavía existen ciudadanos de tercera y de primera que quisieran esclavizar a sus trabajadores (no mencionaré que me refiero a la vicepresidenta Ramírez), plantear la educación de manera virtual deberá partir de una diferenciación fundamental: hay educación privada y pública, y cada una tiene sus propias características.

Cierto es que, de alguna manera, no definitiva desgraciadamente, esa brecha entre la educación pública y la privada se ha visto reducida en el nivel superior, y no por las políticas educativas al respecto, sino y más por la tenacidad de los miembros de las universidades públicas que desde el trabajo han logrado mantener a las primeras a la vanguardia, será esa la razón para ahogarlas presupuestalmente.

Pero en las otras etapas de la educación la brecha entre lo privado y lo público es enorme y cada día se ensancha más, casi que proporcionalmente a la diferencia entre los ingresos de los banqueros y de los trabajadores informales.

En primer lugar, y es algo que permanentemente se comenta en el medio de educadores, el concepto de educación en las dos esferas es diametralmente opuesto, mientras que para la educación privada la escuela es un punto de intersección entre el conocimiento y la forma de aprender, para la otra no es más que un “parqueadero” de niños y adolescentes que actúan como receptáculo de la asistencia estatal.

Y no se exagera, en la actual contingencia una de las mayores preocupaciones es cómo llevar el denominado PAE a los estudiantes, más que cualquiera otra inquietud, cómo complementar el plan de estudios, modificarlo o crear uno nuevo para la educación en un momento diferente.

En ese escenario educativo, creado a conveniencia por los gobernantes de turno, pensar a un estudiante de educación pública dispuesto a atender una clase virtual, es complejo, no solo por su situación habitacional, (de lo que hablaremos posteriormente) sino por la realidad con que él mismo ha asumido su rol: indisciplina, falta de compromiso y dedicación y sobre todo de deseo, condiciones que en positivo son las que llevan el aprendizaje a feliz término.

La coincidencia conceptual de los dos tipos de educación se dará en la importancia de la escuela en el proceso de socialización, ahí la brecha se borra, cada grupo social desarrolla ese proceso de acuerdo con sus características, pero tampoco es un secreto que mientras los de estratos altos tiene espacios saludables para pasar el confinamiento o los momentos de no escuela, para los otros, esas condiciones son más difíciles, hacinamiento, escasez de recursos, entre muchas otras.

Y este es un serio problema. La escuela es por naturaleza un espacio de “normalización”: se determinan límites, competencias ciudadanas y hasta participación, al mismo tiempo visibiliza y materializa derechos, (como nota al margen cabe decirse que el mismo sistema ha intentado crear una escuela –pública- no de derecho sino y más de alcahuetería, básicamente desde la firma del Decreto 230 de promoción automática, que creó una generación que se cree merecedora de todo sin el más mínimo esfuerzo), la ausencia de una escuela presencial, obstaculizará ese proceso de socialización de los estudiantes, la interacción virtual crea más distanciamiento en una generación ya de por sí sola e individualista.

Ahora bien, sin querer caer en un lugar común, pero que es una absoluta realidad, las condiciones socioeconómicas de los estudiantes de las escuelas públicas no permiten por lo menos una terminal de computador y una conexión a internet, mínimos requeridos para una clase virtual, en otras palabras, por más expertos que determinen la posibilidad de la educación virtual, mientras en Colombia no se generen las condiciones de comunicación, el ejercicio será imposible. Y esto está directamente ligado a la exclusión social existente en el país.

Para terminar, y dejando en claro que este es un insumo incipiente para la discusión que deberá darse quiérase o no, sobre el año escolar de los estudiantes de las instituciones públicas en el marco de la pandemia y de la prohibición de reuniones de grandes grupos para evitar la propagación del virus, es importante destacar la posición de los docentes frente a la necesidad de variar y buscar alternativas, incluso han sacrificado condiciones laborales y recursos propios para intentar satisfacer las exigencias del MEN y las necesidades de los escolares.

Pero más allá de eso, la realidad es que las actuales clases virtuales no son más que traslados del pizarrón al computador, lo más avanzado se refleja en la incursión del “link” de un video relacionado del tema. En la escuela sería algo así como ir del aula regular a una con televisión y proyectar el video.

Esto refleja que no hay preparación para la tan cacareada educación virtual, ¿o al hablar de ello se refieren a montar una clase en un computador y transmitirla por alguna aplicación?

La realidad como siempre supera la ficción y así los expertos quieran determinar que llegó el tiempo de la educación virtual nada más alejado y peligroso para nuestra sociedad que eso.

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Adolfo Ospina
Licenciado en Educación Español y Literatura de U de A, apareció hace unos 4 años a este proyecto. Especialista en pedagogía de la lengua escrita de la Universidad Santo Tomás, Ambientalista y defensor de los derechos de los animales, peor que Vallejo.